Con la obra Rosencrantz y Guildenstern han muerto, del célebre dramaturgo Tom Stoppard, debuta en el Gran Escenario del Teatro Nacional Iván Vazov el joven Boyan Kracholov, uno de los directores teatrales búlgaros contemporáneos más interesantes. Kracholov ganó el Premio Askeer 2017 a la Contribución al Arte Teatral Búlgaro en la categoría Estrella Naciente por Esto NO es Hamlet, y fue nominado al mismo galardón en 2021 por su trabajo en dramaturgia búlgara contemporánea. En 2024, también fue galardonado con el premio nacional de artes escénicas IKAR a la mejor dirección.
Rosencrantz y Guildenstern han muerto ya se ha representado en Bulgaria, pero esta es su primera puesta en escena en el escenario del Teatro Nacional. La tragicomedia existencial de Tom Stoppard, centrada en las peripecias de los dos personajes secundarios de Hamlet, fue representada por primera vez en el Festival Fringe de Edimburgo el 24 de agosto de 1966 por el Oxford Theatre Group.
Con esta producción, Tom Stoppard, de 29 años y autor de tan solo tres obras anteriores, se adentra en el mundo de la dramaturgia. Rosencrantz y Guildenstern han muerto, que le dio reconocimiento internacional, da la vuelta al texto clásico de Shakespeare para dar protagonismo a personajes que apenas existían en el original, y lo hace sin que la obra pierda nada de su vigencia.Los temas que aborda Stoppard -el exilio y la identidad- no son casuales. Nacido en Checoslovaquia en 1937, en el seno de una familia judía, Stoppard se vio obligado a huir con sus padres ante la inminente ocupación nazi. Tras pasar por Singapur e India, su familia se estableció finalmente en Gran Bretaña después de la guerra. Años más tarde, el autor afirmaría que fue la cultura británica la que lo formó, y la lengua inglesa la que le dio libertad.
El tema del exilio (del país, de la identidad, de la seguridad que ofrece un significado único) se convirtió en un motivo perdurable en su obra. Palabras, palabras. Es todo lo que nos queda, dice uno de sus personajes. Para Stoppard, las palabras son nuestro último refugio: frágiles, caóticas, a veces graciosas, pero siempre necesarias en el intento humano por comprenderse a sí mismo y al mundo que lo rodea.
Rosencrantz y Guildenstern han muerto, en la versión dirigida por Boyan Kracholov, se estrenará los días 28, 29 y 30 de abril en el Gran Escenario del Teatro Nacional. La traducción es de Svetla Maneva, y la versión de los versos de Hamlet, de Alexander Shurbanov.
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