Cada uno de estos adornos aporta calidez e inspira emoción porque está hecho a mano y es único. Sus reflejos plateados nos trasladan a la infancia, a aquellos inviernos duros y blanquecinos, cuando los juguetes de Navidad eran de cristal fino como el papel. Hoy en día, los adornos de plástico chinos, "hermanos" de los adornos de cristal para el árbol de Navidad, han acaparado el mercado desde hace tiempo, principalmente porque son más baratos y accesibles. Sin embargo, esto no significa que los antiguos juguetes frágiles estén obsoletos. Kostadin Kaloyanov, de la ciudad de Beloslav, quien trabajó durante muchos años en la fábrica local de cristalería, se ha propuesto revivir la tradición de su producción. Hoy, junto con su familia, crea auténticas joyas de cristal en su taller casero.

Resulta que este oficio se originó hace 250 años en la ciudad alemana de Lauscha. En Bulgaria los juguetes de Navidad de cristal comenzaron a distribuirse masivamente con la construcción de varias empresas especializadas durante la época socialista. Sin embargo, tras los llamados cambios democráticos de finales del siglo XX, su producción sufrió un grave declive. En la actualidad, el número de talleres y fábricas de juguetes de Navidad de cristal en el país se reduce a unos cuantos y Kostadin Kaloyanov es uno de los últimos mohicanos que luchan por la supervivencia de este arte.

"La tecnología es la misma que se utilizaba al inicio de la producción de juguetes de Navidad", explica Kostadin Kaloyanov.

Se parte un trozo de tubo de vidrio de cierta longitud, y todo se realiza mediante calentamiento, inflado con la boca y movimientos manuales. Una vez inflada la forma del juguete, que puede ser esférica, una esponja, un conejito, un oso, un perrito, etc. se procede al plateado. Para ello, se vierte nitrato de plata y amoníaco en el interior del juguete -es la llamada reacción del espejo de plata- que se estudia en clase de química. Este proceso otorga a la decoración su característico brillo. En el exterior se aplican esmaltes especiales para dar diferentes colores a los juguetes, los cuales son decorados totalmente a mano por artistas, ya que pintar sobre vidrio no es tarea fácil.

Finalmente, el molde resultante se rocía con "polen mágico", que es el residuo de los juguetes de cristal rotos. "Es la misma purpurina plateada que solía espolvorearse en las tarjetas de Navidad", explica Kaloyanov. Añade que crear estas frágiles miniaturas le produce una alegría especial. Y no solo a él:

"La magia está en que se fabrican totalmente a mano. Es un tipo de producción que difícilmente puede mecanizarse o automatizarse. Los juguetes de cristal son muy finos, y su proceso de fabricación hace que adornen el árbol de forma elegante, ya que son extremadamente ligeros y no inclinan las ramas. Creamos letras personalizadas con distintos mensajes, imágenes de paisajes invernales y mucho más. Cada uno de nuestros juguetes es como una pequeña obra de arte.

Los más atractivos son las bolas que representan la natividad; ¡parecen pequeños iconos de cristal! Es fascinante observar la reacción de la gente cuando se acerca a nuestro stand, ver cómo abren los ojos y empiezan a brillar al contemplar los juguetes de Navidad".

Por desgracia, la profesión de vidriero en Bulgaria está casi extinguida, y su futuro depende de pequeñas fábricas como la de Kaloyanov. Sin embargo, según él, su empresa familiar es bastante poco rentable.

"Produces e inviertes durante todo el año: los materiales no son nada baratos, y solo vendes durante el periodo navideño, es decir, apenas 20 o 30 días. Pero con una buena organización y dedicación a este oficio conseguimos salir adelante", concluye Kostadin Kaloyanov.