La granja de Radoslav está acurrucada en los declives entre los picos redondeados de los montes Rila y Pirin. Allí está también su cabaña que es una antigua caravana convertida en un refugio acogedor. Radoslav y su hija Ivana, los protagonistas del proyecto del fotógrafo Ivo Danchev, aprovechan este refugio para calentarse del viento helado en el monte.
Ivo Danchev es un fotógrafo que recorre Bulgaria en busca de imágenes de gran colorido que ilustren los juegos de mascarada que se practican en las tierras búlgaras.
Les hemos contado del proyecto en la publicación "Cuento de invierno sobre kúker, chaúsh y cómo la tradición se transmite de padre a hija".
Las imágenes acompañadas por comentarios fueron publicadas por Ivo en las redes sociales a finales del mes de diciembre, o sea poco antes de los festivales de los kúker que por tradición comienzan el primer día del Año Nuevo y terminan a mediados de marzo.
El vínculo entre los juegos de mascarada y la ganadería en Bulgaria es muy antiguo y fuerte. Hasta hoy en día muchos de los participantes en estos juegos crían personalmente los animales y después elaboran de sus pieles los trajes de los kúker. La longitud del pelo de un chivo mayor puede alcanzar un metro y el precio de un traje de alta calidad llega a 10 000 euros.
“Conocí a Radoslav e Ivana mientras buscaba una historia más para mi proyecto Los Guardianes. Lo primero que me impresionó era que el lazo entre ellos es muy fuerte. Los dos personifican la transición entre las generaciones gracias a la cual las tradiciones antiguas se conservaron a través de los milenos hasta hoy en día. El padre ha logrado insuflar a su hija el entusiasmo que poseía él mismo cuando era niño. La pequeña Ivana siente el mismo amor hacia los animales y las tradiciones que experimentan solamente los verdaderos Guardianes”, cuenta el fotógrafo.
Habiéndose criado en los campos del monte, hoy Radoslav se ha asentado en el seno de la montaña Rila. Sus días transcurren en la granja y en los pastizales cuidando de los animales.
Radoslav pertenece a aquella especie de hombres que nacen sólo en el monte. Su mirada arde, en su corazón cabe todo el mundo, sus manos callosas guardan el recuerdo de las arduas faenas en el campo.
Cuando oye la voz de Ivana el chivo agudiza el oído y se pone a correr hacia ella pero en vez de golpearla con los cuernos le permite acariciarlo y abrazarlo como si fuera un perro.
Cuando Ivana tenía cuatro años de edad Radoslav la vistió de pieles y desde entonces la muchacha no se pierde ninguna oportunidad de participar en los ritos tradicionales y sueña con ser la líder del grupo de los chaúsh.
“Hechizado por el encanto de mis modelos seguía tomándoles fotos hasta que cayó la noche. El viento helado no dejaba de soplar y la pequeña Ivana apretaba los dientes sin moverse mientras la fotografiaba. Me preocupé por ella pero Radoslav me dijo con orgullo: “No pasa nada. La vida en la montaña ha curtido a la pequeña”.
Versión al español de Hristina Táseva
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