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Kíril Shtrapulin y sus máscaras estrafalarias que llevan años adornando las cabezas de los kúker de Pernik

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Foto: studiopernik.com

“A ahuyentar al Mal y las fuerzas malignas en Surva” es el lema del Festival de Juegos de Mascarada, el más importante en Bulgaria y también en los Balcanes. Por tradición al festival de Pernik suelen acudir miles de participantes, representantes de todas las regiones etnográficas de Bulgaria, como también visitantes de Europa, Asia y África.

Sin embargo, el atractivo foro ha sido cancelado, por tercer año consecutivo, por la pandemia de Covid-19, justo a los pocos días de iniciarse el 13 de enero.

No obstante, no hay manera de dejar truncada la tradición y así en los pueblos de la región de Pernik también este año hubo actuaciones de grupos de mascarada en la noche del 13 al 14 de enero y el día de la festividad llamada Surova, incluida en la Lista representativa de la UNESCO del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Las máscaras son los atributos más característicos. Suelen ser elaboradas de piel animal, animales salvajes disecados, plumas, madera y textil. Se cree que mientras mayor y de aspecto más temible sea una máscara más eficaz será para ahuyentar a los genios malignos lejos de los seres humanos.

Por esto los desfiles de los kúker en las tierras búlgaras siempre son multitudinarios y bulliciosos y procuran desterrar el invierno y recibir la llegada de la primavera.



En la porción occidental de Bulgaria a quienes participan en los juegos de máscaras a comienzos del año se les llama survakar, y en otras regiones del país, kúker. La tradición persiste en numerosas zonas de Bulgaria, conservada por todos y cada uno de los jóvenes entusiasmados que integran los numerosos grupos de aficionados. Ellos llevan años cuidando con mucho esmero de sus valiosas máscaras de kuker, que tanto regocijo provocan en las jornadas de la mascarada.

¿Quién es el artista autor de estas máscaras que meten miedo?

Para saberlo nos hemos entrevistado con Kíril Shtrapulin, del pueblo de Drugan, en la región de Pernik. Kíril lleva más de 30 años amasando materiales naturales y ha confeccionado hasta ahora decenas de máscaras inconfundibles por su factura.



Él es soldador de profesión y confecciona las máscaras en su tiempo de ocio. Para su factura recoge troncos de sauce rojo en las inmediaciones de su pueblo. Dice que este sauce no puede servir de leña para calentarse pero que tiene,en cambio, formas insólitas. Agrega a esta madera los elementos específicos para un kúker. Todo el mundo en esa comarca conoce a Kíril Shtrapulin porque en cada feria o festividad pueblerinas monta siempre una exposición de máscaras de kúker. Ve en los ojos de la gente, amén de la lógica curiosidad, algo de envidia y ello, a veces, le entristece. lo demás, su mayor pretensión es tratar con personas jóvenes a las que transmitir su oficio:


“Vivo solito en el pueblo, cada año participo en las ferias, antes montaba muestras de máscaras, de objetos tallados en madera, de obras plásticas. El problema es que no hay quien me ayude en el taller y que vaya aprendiendo. Lo que hago es una afición de mis años mozos. El desfile de los kúker se vuelve tanto más interesante y variado cuantas más son las personas que elaboran ellas mismas sus máscaras. Lo que pasa es que no hay ni un solo niño que haya venido a verme e interesarse por mi trabajo. Esto es realmente u problema ya que los jóvenes no tienen ganas ni tiempo para hacer tales cosas. Tienen toda la atención puesta en sus móviles y en la comodidad que estos teléfonos les proporcionan”.



Gracias a las máscaras de kúker este artesano artista del pueblo de Drugan ha recorrido toda Europa. Dice que allá se le fue premiando con aplausos y admiración por la forma en que está recreando la tradición del folclore búlgaro. Comenta que hace unos decenios la vida pueblerina era de igual alegre e interesante porque las familias tenían numerosa prole y esos chicos iban aprendiendo, unos de otros,diferentes habilidades. Ahora sólo quedan en el pueblo dos o tres niños, y muchas de las familias se han ido al extranjero:

“Pasa lo mismo con los otros oficios también, que están condenados a desaparecer. Ya no hay en los pueblos los sastres, los barberos, las mujeres que hacían punto de antaño. En nuestro pueblo hay, al menos, algunas cosas que logramos conservar, aunque lentamente, sin poner dinero. Contamos con una iglesia, también tenemos a una artista que pinta iconos,y yo me encargo de confeccionar los marcos de madera para ellos. Se queda por aquí una buena gente, si bien poca, que algo está haciendo”.

Versión en español por Mijail Mijailov

Fotos: Guergana Máncheva, BGNES, zapernik.com, studiopernik.com


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