La naturaleza ha esculpido fascinantes formaciones naturales en la zona de la meseta de Devetashko. Ésta se inserta en los Antebalcanes, su límite septentrional llega a la llanura danubiana y su extremo noroccidental está cercado por un borde rocoso sobre el río Osam. Un tercio de la extensión de la meseta está ocupado por bosques en los que el reino animal abunda en corzas, zorras, lobos, jabalíes, erizos y gatos monteses. En las rocas calizas se pueden ver anfibios y reptiles protegidos, y en el cielo se elevan los cantos de más de 80 especies de aves.
En el extremo norte de la mesera se encuentra ubicada la aldea de Karpáchevo. La arquitectura de las vetustas casas de mampostería plana de piedras atrae las miradas de los admiradores de lo antiguo. Y no sólo de ellos: Petya Guénkova y Vladimir Vasilev forman un matrimonio joven que descubrió por mera casualidad el encanto de este rincón de Bulgaria para convertirlo en su lugar de residencia poco antes de que se apoderara del mundo la pandemia de Covid–19.
“Queríamos ir a vivir en el campo, en alguna aldea menor y acogedora en la que tener una mayor tranquilidad, y así acabamos en Karpáchevo”, dice Vladimir.
Al abandonar la capital, Sofía, en la que dirigían una escuela de idiomas, Petya y Vadimir tenían la intención de montar en Karpáchevo una granja de caracoles. Sin embargo, por la situación causada por la pandemia se malogró el suministro inicial de los caracolitos y estos jóvenes se decantaron por sembrar de patatas la tierra que poseían. Se dedicaron así a la producción hortícola.
“Tenemos un terreno muy extenso, de casi media hectárea –explica Petya–. Además hemos comprado otra tierra de igual dimensión. Producimos hortalizas de manera natural, sin usar productos químicos. Como sólo estamos los dos en esta faena, y tratándose de muchísimo trabajo que hay que hacer, la casa se ha quedado relegada a un segundo término, necesitando de obras de reparación. Sí, es cierto que estamos invirtiendo mucho trabajo, pero tenemos muchos amigos interesados por la comida ecológica, por lo que colocamos nuestra producción, básicamente, en nuestro círculo de amigos”.
Conocimos a Petya y Vladimir en los días del festival musical Jazz bajo las estrellas de la meseta de Devetashko, un evento que desde hace siete años ofrece a los melómanos sendas raciones de inspiración musical.
“Indiscutiblemente se trata del evento posiblemente más significativo en esta zona –comenta Vladimir–. El festival lo organiza la Asociación Meseta de Devetashko, que involucra a una decena de aldeas, incluidas las de Krushuna (donde están las bonitas cataratas homónimas), Kákrina (famosa por el mesón de Kúkrina, donde se produjera el arresto de Vasil Levski), Devetaki, etc. La cueva Devetashka, situada en su proximidad, es bastante espaciosa y existen hechos interesantes asociados a ella. De hecho, la propia meseta es también un lugar muy hermoso y extraordinariamente conservado, gran representante de la fauna que se puede ver en medio de la naturaleza, lo cual es muy atractivo para quienes visiten la zona. En nuestra aldea hay, realmente, gran número de turistas”.
En Karpáchevo hoy día tienen su residencia fija unas sesenta personas. La mayoría de sus moradores son de la tercera edad. Ganarse el sustento en la aldea es una misión ardua y por ello los habitantes en edad activa van a trabajar en las ciudades vecinas.
La arquitectura de la aldea es bastante singular. Arquitectos de diferentes regiones de Bulgaria y del mundo visitan la localidad para examinar sobre terreno los métodos seguidos en las obras por los antiguos maestros constructores artesanos, quienes usaban en las construcciones arcilla, cal y piedras.
“Existen algunos proyectos que infunden esperanza para la reanimación de la zona −comenta Petya−. Gracias a la Asociación Meseta de Devetashko, el molino que tenemos a la entrada del pueblo será remodelado para convertirse en un Centro de Información Turística, en el que se organizarán, además, diferentes tipos de formación, relacionada con el fomento del turismo y con otras actividades. Esperamos su inauguración para este otoño”.
Así pues, un año después de haberse iniciado su aventura en Karpáchevo, Petya y Vladimir se sienten felices con su elección. ¿Sabrán conservar su optimismo en el futuro?
“Sí, definitivamente. Hemos llegado acá por mera casualidad, pero a la postre ha resultado que habíamos llegado justo al lugar nuestro”, resume tajante Petya.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: devetakiplateau.org y cortesía de Petya Guénkova
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