En las tradiciones búlgaras, febrero es el mes de los vitivinicultores y enólogos. El comienzo del segundo mes del año suele estar marcado por la poda de los viñedos.
Antaño la poda ritual del primer sarmiento se hacía el 14 de febrero, fecha en la que en el estilo antiguo se celebraba la festividad de san Trifon. Los búlgaros terminaron llamando la jornada la de Trifon el Podador, y la tradición de la primera poda ha llegado hasta hoy en día. Tras la reforma del calendario, la Iglesia Ortodoxa celebra a san Trifon el 1 de febrero, adelantándose 13 días la rancia tradición.
La gente profesionalmente dedicada a la producción de uva acostumbra hacer la primera poda ya en los días iniciales de febrero convencida de que cada de sus acciones actuales es una acción con futuro.
”Las tierras en las que vivimos siempre fueron parte de la llamada franja de la viticultura. Aquí la vid cuenta con su hábitat natural y la producción de vino ha sido parte de las tradiciones de todos los pueblos que se asentaran o transitaran por este territorio de encrucijada −dice Ivana Múrdzheva, jurista de la Cámara Nacional de Vitivinicultura y presentadora del programa especializado El sabor de la verdad, transmitido por esta Radio Nacional− . Las tradiciones en la vinicultura en estas tierras se remontan ya a la época de los antiguos tracios, para quienes el vino era una bebida ritual. Los vinos tracios eran preciados como una bebida que los dioses proporcionaban directamente a los humanos, y se distinguían por su densidad, aroma, color y calidad”.
Quien dice vino dice cultura. El vino es civilización, y la viticultura es una forma de sustento estratégica, resistente, perdurable y con la importancia de un proyecto orientado al futuro, estima Ivana Múrdzheva. Cuenta que el estudio a fondo del territorio vitivinícola del país se inició en los años 30, cuando se procedió a una correcta zonificación vinícola con el fin de otorgar a Bulgaria una posición competitiva en el mercado mundial del vino. La investigación a fondo ha apuntado a la distribución correcta de las variedades vinateras en el territorio nacional para poner de relieve lo mejor de las mismas.
”Si levantáramos un mapa de las regiones vinícolas de Bulgaria y fuéramos recorriéndolas, descubriríamos paisajes que nos llevarían a diferentes rincones del mundo del vino. Porque este país ofrece variedad en cuanto a relieve y estructura de los viñedos. El aspecto de las bodegas también es muy diverso. De hecho, las dos principales regiones vitivinícolas en que se divide Bulgaria son el Valle de Tracia y la llanura del Danubio. Sin embargo, no hay manera de omitir el valle del río Struma, en el suroeste de Bulgaria, que sorprende cada vez con algo nuevo a quien lo visite. En la región aledaña a la costa del mar Negro se pueden ver una serie de variedades de uva blanca, algunas de ellas ya un tanto olvidadas. Se consideran partes del valle de Tracia las zonas de las sierra de Sakar y de Strandzha, en el sureste de Bulgaria, aunque en los últimos años las dos ya van conformando una región independiente, que sorprende por su desarrollo extraordinariamente impetuoso y sus encantadores vinos tintos”.
Según Ivana Múrdzheva, para el vino la presencia humana es de suma importancia:
”La forma en que uno cuida de los viñedos y se desvela por la protección y la conservación de la respectiva región, también repercute en el vino que se produce. Una negligencia cometida en el cultivo de las vides no se podrá camuflar por mucho esmero en la bodega. Por esto que los viticultores son gentes con la mirada puesta en el futuro, porque saben que la vida es transitoria y que no hemos venido al mundo para destruir, sino para crear algo, y el vino es el resultado de ello”.
Adaptado por Veneta Nikólova en base a una entrevista hecha por Milena Vodenichárova
Versión en español por Mijail Mijailov
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