Mucha gente desconoce quiénes son los búlgaros de Estambul o Constantinopla, que es como los búlgaros, rusos y otros pueblos eslavos llamaban históricamente a esa ciudad a orillas del Bósforo. En el período en que Estambul fue la capital del Imperio Otomano, confluía a esa urbe gente de todas las nacionalidades en los confines del imperio, búlgaros incluidos. Poco a poco, desde finales del siglo XVIII, fueron llegando a la ciudad lecheros, horticultores, artesanos y panaderos expertos, quienes fueron cobrando fama por su pericia y se convirtieron en parte indisoluble del entramado social de la ciudad.
Aquella comunidad formada a través de los años desempeñó un papel importante en el desarrollo de la educación búlgara, a la vez que en las luchas por la creación de una iglesia búlgara independiente de la griega. En las postrimerías del siglo XIX, la comunidad de los búlgaros en Constantinopla ya había contribuido notablemente a la construcción de la singular Iglesia de Hierro, a orillas del Cuerno de Oro estambulí. En su apogeo, aquella diáspora contaba unas 40.000 a 50.000 personas, y algunos historiadores hasta bromeaban con que Estambul era la ciudad de población búlgara más numerosa a la sazón.
Sin embargo, tras el establecimiento del Tercer Estado Búlgaro en 1878 y sobre todo al término de las guerras balcánicas, muchos de los búlgaros de Constantinopla se fueron yendo de esa ciudad rumbo a Bulgaria. Los contactos con Bulgaria de quienes se quedaron allá se vieron fuertemente dificultados en la época de la Guerra Fría, cuando Bulgaria y Turquía estaban separadas por el Telón de Acero.
“Hoy en día, de aquella nutrida comunidad quedan apenas unas 400 personas”, dice Vercihan Ziflioglu. La historia colmada de vicisitudes de esta comunidad atrajo la atención de la joven periodista turca, autora del libro de reciente publicación Los hijos del tiempo perdido & Los búlgaros de Estambul.
Entrevistada por Radio Bulgaria, Vercihan Ziflioglu recuerda cómo de niña, su padre le enseñara el hermoso edificio del Exarcado Búlgaro en Estambul. Más tarde, como periodista en el popular diario turco Hurriyet, se puso a recabar información sobre el tema, y a consecuencia de aquellos esfuerzos vio la luz su libro. “La sociedad turca desconoce muchas cosas sobre los búlgaros estambulíes, lo cual es una gran pérdida desde el punto de vista histórico”, dice Vercihan Ziflioglu. Para compensarla, la periodista se puso a rastrear “las huellas humanas en la historia” conversando con integrantes de la comunidad.
Las raíces de un gran número de los búlgaros de Constantinopla están en las tierras de la región geográfica de Macedonia, que en aquella época formaban parte del Imperio Otomano, y actualmente se encuentran repartidas entre Bulgaria, Grecia y la República de Macedonia del Norte. Debido a este hecho, una buena parte de los búlgaros de Constantinopla actuales tienen una curiosa identidad mixta, estima la periodista turca. Su deseo es poner de relieve el que “indistintamente de la raza o la religión, hay que proteger a las minorías en cada cultura, puesto que todo individuo y cualquier cultura dejan sus rastros en la historia”.
Dice la periodista: “Carezco de una máquina del tiempo, pero procuro retrotraerme a la historia, valiéndome de los recursos de que dispongo”. El libro Los hijos del tiempo perdido & Los búlgaros de Estambul es para ella esta cápsula que le permite viajar en el tiempo.
Versión en español por Mijail Mijailov
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