En Bulgaria, Ignazhden es una fiesta popular, y también ortodoxa que se celebra el 20 de diciembre. En el calendario religioso en esa fecha se venera la memoria del hieromártir Ignacio Teóforo (el portador de Dios), obispo de Antioquia. De hecho, según la leyenda él es el niño que el Señor tomó en sus brazos, lo enseñó a los apóstoles y les dijo: “Si no se convierten y se hacen como niños, no entrarán en el reino de los cielos”. Ignacio fue ordenado obispo de Antioquía por el apóstol Pedro. Terminó su vida martirizado en Roma donde fue arrojado a los leones.
Según los villancicos tradicionales que se cantan en esa época del año, en Ignazhden comenzaron los dolores de parto de la Virgen. Para nuestros antepasados Ignazhden marcaba el comienzo del nuevo año. Es por eso que en algunas partes del país la fiesta se conoce también con los nombres de Año Joven, Día Joven, Día Nuevo.
El renombrado etnógrafo búlgaro Dimítar Marinov proporciona detalles interesantes sobre la etimología de la palabra Ignazhden. En sus notas que hizo a comienzos del siglo XX mientras viajaba por el este de Bulgaria cita a mujeres mayores de edad que hablan sobre la festividad. “Estas abuelitas dicen que al principio el día se llamaba Idinak, Idinazhden, y luego llegó a llamarse Ignat”, escribe Dimítar Marinov, y explica que idinak (solitario) es el nombre que se le da no sólo al comienzo del año, sino también a los potros, terneros y otros animales domésticos de un año.
El nuevo inicio que viene con Ignazhden es recibido con una gran cantidad de ritos llamados a garantizar la fertilidad en los humanos y en los animales, así como una cosecha abundante en el campo y el jardín. No son pocos los ritos que se practican para prevenir enfermedades, plagas en el hogar y en el campo, así como para protegerse de las criaturas demoníacas sobrenaturales.
En la parte oriental de Bulgaria, la primera cena de Navidad es en la víspera de Ignazhden. En la mesa magra hay panes rituales, trigo crudo, nueces enteras, cebollas, encurtidos. El rito más importante durante este día es el llamado Polázvane (derivado de lasia, gatear), por lo que la festividad se llama también Polaz, Polázovden. Se cree que, dependiendo de quién sea la primera persona que entre en la casa ese día, se podrá adivinar cómo sería el año nuevo para los moradores de la casa. La gente abrigaba la esperanza de que el polaznik, el primer visitante, fuera una persona saludable, trabajadora, de carácter afable, honesta, afortunada y buen amo. Era el tipo de polaznik que a todos les complacía recibir, y si el año resultaba exitoso los anfitriones hacían todo lo posible para que la misma persona cruzara el umbral de su hogar el siguiente Ignazhden. Le acogían con los brazos abiertos, lo agasajaban y lo colmaban de regalos.
Se dice que en Ignazhden nadie debe salir de la casa pero, de hacerlo, debería volver con las manos llenas. Antaño junto a la puerta de entrada dejaban paja seca y, antes de cruzar el umbral, los moradores se llevaban un poco de ella.
El Día de san Ignacio no se debe sacar nada de la casa, no se debe dar prestado o regalar nada. El ama de la casa y las jóvenes desposadas no deben dedicarse a quehaceres domésticos. Además, en ese día los mozos empiezan a prepararse para la noche en víspera de la Navidad, cuando cantarán villancicos y harán votos de salud, prosperidad y bienestar.
Versión en español por Daniela Radíchkova
Fotos: Archivo
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