Mucho trabajo, entrenamientos y acumulación de experiencia a lo largo del tiempo; es el precio del éxito para los coreógrafos y directores de grupos de danza folklórica integrados por niños y adolescentes que contribuyen al orgullo y la gloria de Bulgaria. Esos profesionales no suelen estar bajo los focos pero la entrega total a su labor no queda desapercibida por el público, que recompensa con un gran aplauso la buena presentación de sus pupilos en los tablados. Las actuaciones de los grupos de danza juveniles están enmarcadas principalmente dentro de los festivales especializados que se organizan en muchos lugares del país.
María Terzíyska es uno de esos entusiastas dedicados al folklore búlgaro. Es directora de un conjunto de danza infantil en su aldea natal, Pópintsi, en el municipio meridional de Panaguiúrishte. El entusiasmo de María en el trabajo se transmite a los niños, y éstos siempre consiguen llevarse alguna distinción de los concursos y festivales en los que participan.
El éxito de los danzarines no es mérito sólo del director. En nuestro trabajo todos actúan interrelacionados: niños, padres, pedagogos –explica María–. Para construir un buen conjunto es necesario, primero, que haya niños que acudan deseosos a ensayar. Hay que empezar a trabajar con ellos cuando todavía están en una edad muy tierna porque se les debe enseñar todo, hasta hay que educarlos y formar su cosmovisión. Esta es la base del éxito. Es necesario, asimismo, que los padres se responsabilicen con el apoyo al trabajo del profesor. Tienen que confiar en él, lo cual se consigue cuando ven que con sus hijos se trabaja bien. Tratamos de mantener el folklore local en su forma pura y autóctona. La tarea no es fácil porque el folklore de la serranía de Srednogorie contiene elementos bastante complicados. Procuro presentar tantas cosas como sea posible, que muestren que somos procedentes de la región de Panaguiúrishte. Lo importante para mí es la calidad de cada actuación pero más importante aún es ofrecer al público un deleite para los ojos generado por la coreografía y la interpretación de los danzarines”.
Nadya Múrdzheva, de la ciudad de Plovdiv, es otra representante más de la coreografía folklórica nacional. A ella también lo que le proporciona satisfacción en su trabajo es el éxito de los grupos de baile infantiles.
Los niños son lo más importante –dice Nadya–. Gracias a ellos tuve la oportunidad de defender mi Doctorado en la esfera de la coreografía para niños. Enseñarle a un niño desde muy pequeño a bailar y a amar el folclore y la música búlgaros es muy difícil pero al lograr sembrar la semilla del amor, éste perdura toda la vida. Cuesta mucha paciencia y muchos esfuerzos pero cuando el conjunto sale al escenario y uno ve el resultado de sus esfuerzos la satisfacción es enorme. Los niños son muy emotivos y cada uno tiene su propia personalidad, por eso cada uno de ellos merece atención individual. Es muy difícil enseñarles a bailar, a captar el ritmo correcto, tener la postura correcta y la expresión emocional correcta en el tablado pero una vez que lo hayas logrado, llega la satisfacción del trabajo bien hecho. Los niños son el futuro de Bulgaria y es un honor y un privilegio para mí trabajar con ellos.
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