La tierra búlgara es rica en naturaleza, en historia, arqueología, gente, y a la vez desconocida incluso para los propios búlgaros. Eso se puede comprobar una y otra vez viajando por Bulgaria y visitando distintas localidades; como, por ejemplo, la aldea balcánica de Stéfanovo en la provincia de Lovech, a 155 km de Sofía, en dirección a Varna. La aldea está enclavada en un pequeño valle al que se llega por un pintoresco camino serpenteante que se desvía de la autopista. Está dividida en dos partes: moderna y antigua, que, a pesar de ser declarada reserva arquitectónica en 1982, queda apartada del turismo masivo y no está subvencionada por el Estado.
Las casas de Stéfanovo tienen dos plantas construidas con vigas de roble que soportan la “carga” de los bonitos tejados de pesadas losas de piedra. Las paredes entre las vigas están cubiertas de zarzo y enyesadas con una gruesa capa de arcilla y paja. Ese aislamiento tradicional conserva en las casas el fresco en verano y el calor en invierno. En la aldea hay una iglesia del siglo XIX y una escuela que cerró sus puertas en 1965, debido a “falta de material”, según cuentan los lugareños.
Iván Pávlevski desde hace años investiga la historia de su aldea. Basándose en el abundante material documental que ha reunido, ha escrito el libro "Nosotros, los habitantes de Vratsa”; porque el antiguo nombre de la aldea era ese. El libro trata del pasado tracio de la aldea. Sin embargo:
El nombre de la aldea de Vratsa coincidía con el de la ciudad de Vratsa, y el Consejo Popular Regional ordenó cambiar su nombre –dice Pávlevski– . Los historiadores locales han demostrado que el nombre de la ciudad de Vratsa se vincula con la fortaleza Vratitsa, al final de la ciudad, junto al río Leva, que en tracio significaba "la fortaleza junto a los manantiales". Buscando analogías con mi aldea, que se llamaba igual, llegué a la conclusión de que la fortaleza tracia, que se encuentra a 2 km al este de la actual reserva arquitectónica de Staro Stéfanovo, probablemente también se llamaba Vratitsa porque se encuentra junto a un bloque de falla donde nacen 36 manantiales. Por eso sostengo la teoría de que la fortaleza llevaba el nombre de Vratitsa por estar rodeada por todos los lados de manantiales. Es sabido que los tracios adoraban el agua y los manantiales.
Según Pávlevski, las ruinas de la fortaleza fueron destruidas casi completamente entre 1920 y 1921, cuando el entonces primer ministro Alexánder Stambolíyski permitió al Ejército Laboral (servicio militar bajo la forma de trabajo gratuito) construir carreteras tomando piedras de las fortalezas conservadas de la zona. Alrededor de la aldea hay, asimismo, muchos montículos tracios que han sido excavados y saqueados. Sobre el actual nombre de la aldea Iván Pávlevski comenta:
En 1949, por decisión de las estructuras locales del Partido Comunista la aldea fue rebautizada con el nombre de Stefan Páshev, un joven estudioso lugareño que había emigrado a la Unión Soviética y luego regresado con las fuerzas especiales del comisariado de la aldea para asuntos internos, enviados aquí, donde estaba la retaguardia de la Wehrmacht, para impedir el traslado de tropas alemanas al Frente Oriental.
En 1942 Stefan Péshev fue capturado por las autoridades y fusilado.
En la aldea siempre vivieron únicamente búlgaros étnicos. Durante el dominio otomano se benefició de un estatus especial, y a cambio proporcionaba soldados no armados al ejército turco.
La aldea disfrutaba de un estatuto privilegiado que liberaba a parte de la población de pagar impuestos a las autoridades turcas –explica Pávlevski– . Los turcos no tenían derecho a quedarse a pernoctar en la aldea. Sus habitantes eran orgullosos montañeses con un fuerte espíritu nacional, que se distinguía por ser muy revolucionarios.
Iván Yónkov “Kurkchíyata”, un adinerado maestro peletero natural de esta localidad, organizó en la aldea un grupo de jóvenes rebeldes y los equipó con fuciles y la vestimenta necesarias. Fue también uno de los organizadores de una conspiración que en 1835 intentó un levantamiento contra el Gobierno otomano. Tras descubrirse la conspiración, Kurkchiyata fue ahorcado y el resto de rebeldes ejecutados.
A la aldea de Stéfanovo está relacionada también la historia de un roble milenario:
Este roble fue declarado monumento de la cultura pero en los 80 del siglo pasado se secó –cuenta Iván Pávlevski– . A su alrededor se oficiaban los ritos religiosos y se celebraba el día de San Elías. Eran necesarias una decena de personas para abarcarlo. Tenía un enorme hueco donde cabían todos los niños de la escuela local. Los lugareños lo convirtieron en capilla pero una vela encendida prendió fuego y carbonizó el roble. Ahora en su lugar hay una capilla cubierta con losas de piedra.
La aldea tiene entrada pero no salida. Se debe al hecho de que a lo largo de los siglos se ha ido desplazando cada vez más lejos del camino principal y de los asaltos bandoleros.
Durante una de las numerosas epidemias de peste, que en el período turco solían darse cada 35 o 40 años, pereció una gran parte de los habitantes de la aldea. Los supervivientes tuvieron que incendiarla, quemar los cadáveres y trasladarse al otro lado del agua creyendo que ésta detendría la epidemia. Por eso la aldea está situada en este lugar sin salida. Por esa razón no estoy de acuerdo con la teoría de que el nombre de Vratsa proviene de "vrata" (puerta). La aldea no tiene puerta a ninguna parte, afirma Iván Pávlevski.
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