El Apóstol San Andrés fue el primero en predicar el Verbo de Jesucristo a mediados del siglo I en las tierras aledañas a la cuenca del Mar Negro. Algunos de esos territorios pasarían más tarde a formar parte del Estado búlgaro. La Iglesia Cristiana Ortodoxa de Bulgaria venera la memoria de San Andrés el día 30 de noviembre. En el país la festividad se relaciona con afirmadas tradiciones populares.
San Andrés Apóstol es hermano de San Pedro. Se le llama el Primer Llamado, ya que fue el primero de los apóstoles llamado a seguir a Jesucristo. Según queda recogido en su Vida y Milagros, San Andrés “desde sus tempranos años ansiaba conocer la verdad divina y cuando apareció San Juan Bautista, llegado de Judea, Andrés se convirtió en uno de sus discípulos. Estaba Andrés en la orilla del río Jordán, cuando San Juan el Precursor, enseñando al pueblo a Jesucristo que por allá pasaba, dijo: “Ahí va el Cordero de Dios”. Al oír aquellas palabras, Andrés siguió al Redentor y se pasó con Él todo el día”. Los dos hermanos siguieron luego dedicándose a la pesca y llevando su vida anterior. ”Posteriormente, el Redentor los vio a los dos en la orilla del mar de Galilea y les dijo: ”Síganme y Yo los transformaré en pescadores de hombres. Desde aquel momento, ellos siempre siguieron al Redentor y fueron siendo testigos de Sus milagros, muerte y resurrección”. Probablemente por el hecho de que en su vida mundana San Andrés había sido pescador, en Bulgaria en la zona del litoral meridional del mar Negro a San Andrés se le venera en pie de igualdad con San Nicolás. Se considera que él también es el dueño de los fuertes vientos y temporales marinos. En cambio, en la región suroccidental de Bulgaria existe la creencia que San Andrés es padre de San Nicolás.
El pueblo búlgaro llama la festividad “Día de Andrés”, Andrés, Edrey, Día del Oso. La festividad, si bien relacionada con una fecha del calendario eclesiástico, incorpora ritos y creencias paganas bien conservadas. Según la leyenda folclórica de mayor difusión, un día el santo había uncido un buey para arar su sembradío. Desde el cercano bosque salió un oso y al llegar al campo que araba, San Andrés se comió su buey. San Andrés se enfadó, se puso a luchar con el plantígrado, lo domeñó y acabó unciendo al oso en el puesto del buey para terminar la labranza. Existe, asimismo, otra historia popular en la cual San Andrés está descrito como un ermitaño que vive en el bosque. Consiguió en ese período domesticar a un oso. Tras largos ayunos, San Andrés tuvo que ir a un monasterio para tomar la comunión. Aquel monasterio estaba muy lejos de su ermita y así el santo montó el oso y así llegó al convento. Antes de darle la comunión, el superior le preguntó sobre los alimentos que había comido mientras estaba ayunando, a lo cual San Andrés contestó que había comido frutos del bosque y bebido leche. Como es sabido el canon proscribe tomar leche durante el ayuno. Así lo dijo el superior del monasterio también reprochándole al santo el haberse desviado de la rigurosa norma, diciendo que él mismo había comido caviar. Entonces el ermitaño propuso que los dos aguardaran la señal divina. Puso así en un cuenco leche, y, en otro caviar, y tapó los dos recipientes con un pedazo de paño. Dejó los recipientes delante del portal del monasterio por una noche. A la mañana siguiente la lecha se había transformado en hierba, y el caviar, en sangre. Así el santo recibió una bendición y el superior le dio la comunión.
Los granos cocidos forman parte obligatoria de los ritos en la festividad de San Andrés el Apóstol. Se cree que a partir del Día de San Andrés las jornadas comienzan a aumentar de duración con el tamaño de un grano de mijo. Las leyendas cuentan que el día de San Andrés salía del bosque un oso y comenzaba a recorrer las aldeas buscando comida. El oso se robaba a un niño si no conseguía encontrar un plato de granos cocidos preparado para él. Hasta hoy en día, en vísperas de la festividad se cuecen en Bulgaria granos de maíz, centeno, trigo, frijoles, etc. Estos platos deben estar presentes también en la mesa festiva. En algunas regiones de Bulgaria se practicaba el rito siguiente: la gente arrojaba hacía la chimenea los granos cocidos y decía tres veces: ”Aquí tienes, oso, maíz cocido para que no comas el maíz crudo, ni te comas a los animales domésticos, ni a los humanos”. Según las nociones tradicionales aquellos conjuros protegían a los hombres y las cosechas de las incursiones de los osos y, además, traían fertilidad. Los granos cocidos eran repartidos entre vecinos y familiares con el augurio siguiente: “Tal como han engordado estos granos que así engorde todo lo que se siembre en los campos y los huertos”.
Versión en español por Mijail Mijailov
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