Las sonrisas de los viejos celuloides con la presencia de los actores predilectos del espectador nacional o las interpretaciones virtuosas del hombre-orquesta Kamen Donev, la sátira del autor búlgaro Radoi Ralin o el fino humor del inglés Sir Pelham Grenville Wodehouse, las caricaturas, los chistes, las anécdotas y un largo etcétera conforman la lista, bastante larga, por cierto, de fuentes de buen humor y ánimo de los búlgaros. Si alguien preguntara a un connacional nuestro de qué suele reír en el día a día, respondería: de las más habituales situaciones cómicas, como también de las ingeniosas ideas y expresiones que ayudan a salir de situaciones incómodas.
“En esta vida me hacen reír varias cosas”, dice Zhelana Yankova, música y profesora de violín. En primer lugar, las ideas avispadas, pero también la estupidez puede ser fuente de risa y emociones alegres. Amo la atmósfera en que uno puede encontrar de qué reír. Los escandinavos y los ingleses ríen de determinado acto como, por ejemplo, empujar a alguien al agua, hacerle tropezar o algo similar, mientras que nosotros reímos de las ideas y las vivencias graciosas”.
El búlgaro encuentra motivos para sonreír a toda hora. Siempre que no se tome muy en serio, es capaz de reírse hasta los momentos más trágicos de su vida, sobre todo cuando todo esté ya en el pasado. Es frecuente oírle contar sus historias cómicas como auténticas anécdotas dignas de un compendio humorístico.
La verdad es que precisamente este tipo de cuentos han inspirado a los autores clásicos búlgaros como también a directores de cine y teatro contemporáneos y actores como Marius Kurkinski y Kamen Donev. Las entradas para sus espectáculos se agotan con un mes de antelación, ya que garantizan porciones de risa capaces de llenarlo a uno de buen humor para toda una semana.
Exactamente así es como se carga de buen humor el joven cocinero Plamen Kisiov, que va encantado y con mucha frecuencia a los espectáculos del Teatro Satírico de Sofía. Dice que va a los espectáculos para reírse a sus anchas y de corazón, y deshacerse del estrés y las inquietudes del día a día.
“Para mí la sonrisa es un modo de vida. De principio río mucho. La gente a mi alrededor, no tanto. Estamos tan agobiados por los problemas a nuestro alrededor que el primero de abril lo asumimos más como un día cualquiera que como el Día de la Risa y la Broma. A causa de sus preocupaciones, mucha gente pasa la mayor parte de su tiempo libre viendo televisión para abstraerse de los problemas”.
¿Qué es lo cómico para los búlgaros? ¿Una forma de distensión y una manera de cargarse de emociones positivas, o bien, una filosofía vital que nos ayuda a no perder la noción de realidad? Tal vez la risa sea la máscara que nos protege y hace menos vulnerables. ¿Necesitamos de lo cómico?
“Desde luego que sí”, responde Zhelana Yankova. “Sin lo cómico en el día a día la vida se volvería demasiado gris. Lo cómico le ayuda a uno a afrontar con fuerzas nuevas las cosas serias y reírse de algunas de ellas. Para mí lo más importante es que el humor mengua el pesimismo al que los búlgaros tanto tendemos. Tenemos el mal hábito de quejarnos continuamente. Me he dado cuenta de ello tras haber vivir varios años en los Países Escandinavos”.
Según la noción tradicional y las ideas de la generación mayor, quejarse y estar de mal humor es algo que protege de mal de ojo y ahuyenta la mala suerte. Por eso, incluso al hacer un cumplido a algunas personas, en vez de alegrarse y celebrarlo, ellas procuran desmentir el cumplido. Qué linda blusa tienes, por ejemplo, y la respuesta suele ser, sí, pero es muy vieja. Qué hermoso peinado tienes, y la respuesta es, sí, pero es que lo quería de otra manera. Estas personas siempre tienen una pizca de hiel con la que echar a perder el buen sabor de las cosas. Felizmente, este mal está menos difundido entre los jóvenes, que saben disfrutar del detalle. Así es Elena Dimitrova, que próximamente tendrá un segundo hijo. En el día a día ella disfruta de…
“Los buenos instantes, los chistes que me cuentan, las cosas que provocan una emoción positiva. Los niños suelen provocar continuamente amplias sonrisas. Al parecer últimamente no sonreímos mucho. El día a día parece colmarnos de problemas y preocupaciones y nos deja poco tiempo para disfrutar, por ejemplo, del buen tiempo que hace en la calle. En cada elemento de lo que nos circunda podríamos encontrar algo que nos haga sonreír”.
Versión en español por Raina Petkova
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