A finales del siglo XIX y comienzos del XX, Gábrovo, ciudad en Bulgaria central, ya tenía las características de centro industrial primordial de este país. El gran número de fábricas y la calidad de su producción le merecieron la fama de ser llamada la Manchester búlgara. A Iván Hadzhiberov, exponente de la aspiración de los habitantes de Gabrovo de modernizar la producción nacional e introducir los modelos europeos en ella, correspondió el mérito de ser uno de quienes habían aportado a esta fama. En la dura realidad búlgara, sin contar con capitales disponibles, Hadzhiberov recorrió el camino de comerciante y productor de harina a destacado fabricante nacional de finas telas de lana y pionero de la energética búlgara.
Nació en 1858 en el seno de una acaudalada familia de Gabrovo. Su padre era molinero y se dedicaba, asimismo, al comercio y la transportación de diferentes mercancías. Era poseedor de un pequeño molino de agua en la ribera del río Yantra. En las inmediaciones de aquel molino años más tarde fue construida una de las importantes fábricas de Gabrovo, la del hijo de ese comerciante.
En Iván Hadzhiberov recayó el honor de dejar su huella en la creación de la industria nacional”, dice Dobromir Tarnovski, gerente del Museo provincial de historia y agrega: “Él comenzó desde cero. Su primera actividad independiente consistió en la importación de tabaco del sur de Bulgaria. Aquella iniciativa resultó bastante rentable y le ofreció capital inicial para la modernización de la producción de su padre. Construyó un molino de rodillos, accionado por una rueda hidráulica de una potencia de 30 caballos de fuerza. No paró ahí sino que continuó buscando nuevas oportunidades para extender su negocio. Aquel afán suyo lo llevó en 1901 a Alemania, donde adquirió 5 telares y un dinamo eléctrico con varias bombillas. El dinamo, accionado por el agua del molino de su padre, llevó la luz eléctrica a Gabrovo. Gracias a los telares que había comprado en Alemania puso los cimientos de una planta de tejeduría para finas telas de lana. Importaba los hilos de lana de Europa y aprovechaba la energía remanente del molino para accionar los telares”.
Hadzhiberov seguía con gran atención todas las novedades en el sector de energía y en la producción. Paulatinamente, se fue volviendo muy palpable el déficit de fuerza motriz para sus equipos y Hadzhiberov decidió construir una central eléctrica. En aquella época la idea que, además, surgía en una ciudad provinciana, sonaba como algo inviable y descabellado para sus contemporáneos. El emprendedor fabricante fue buscando créditos bancarios para llevar a la práctica su idea. Sin embargo, el rumor que corría entre sus conciudadanos de que él había perdido su sano juicio movió al banco a frenar la concesión de créditos y a poner hipoteca a todos sus bienes. Convencido de su rectitud, Hadzhiberov viajó a la ciudad de Tarnovo y, pistola en mano, consiguió forzar al director del Banco Nacional a revocar la prohibición y a continuar la financiación. La central eléctrica vio la luz en 1906. Consciente de la significación de lo que había creado, Iván Hadzhiberov contrató a un artista del pincel para que decorara aquella obra. En la parte oriental aparece dibujado el globo terráqueo sobre el cual baila una joven, símbolo de la electricidad que se expande por el mundo, y en la parte baja se puede ver una típica danza joró, bailada por los constructores de la central. Rompe la danza el propio Hadzhiberov.
“Aquella danza es uno de los momentos curiosos que acompañaban la sobras de construcción de la central. Para la construcción era necesario hacer excavaciones en un terreno sumamente arduo para cavar y, además, había que cruzar por un trecho rocoso de varios kilómetros. Para alentar a los obreros en su ardua labor, Hadzhiberov recurrió a los servicios de un gaitero local. El músico no dejaba de tocar su instrumento durante toda la jornada y el término de ésta era marcado por na típica danza joró”.
La central eléctrica fue la primera instalación hidroeléctrica genuinamente búlgara, construida con fines industriales y exclusivamente con capitales búlgaros. La cuantía de la inversión fue de unos 300 mil levas de oro. Al ampliar su actividad después de 1910, la central comenzó a suministrar fluido eléctrico a una parte de Gabrovo que fue la primera ciudad búlgara del interior que contaba con tal alumbrado.
Hadzhiberov era un industrial búlgaro multifacético que hasta el final de su vida hizo incesantes intentos por la incorporación de sus compatriotas a las tendencias europeas modernas, no sólo en el sector industrial sino también en la vida cotidiana. De este modo fue creado el particular complejo fabril de Hadzhiberov, en el cual, además, de los tradicionales locales productivos, había viviendas construidas para los obreros. En aquella zona se creó, asimismo, un parque inglés, se contó con un jardín zoológico y también hubo un huerto de árboles frutales del que cada cual podía recoger frutas. Hadzhiberov creó también una cancha de tenis e hizo construir para los trabajadores y sus hijos la primera escuela privada en Bulgaria, para la cual contrató maestros y profesores profesionales. Para hacer más ameno el tiempo de ocio de sus obreros creó también un salón en que se organizaban veladas y funciones teatrales.
“Al igual que la mayoría de los industriales de Gabrovo, él fue un generoso donante”, dice el gerente del Museo Provincial de Historia. “Fue uno de los fundadores y donador primero para la construcción del edificio de la casa de cultura y biblioteca de la ciudad. Fue, asimismo, uno de los fundadores del Banco Industrial de Gabrovo, entidad que constituyó un intento curioso por dotar a la industria local con créditos directos. Fue, además, gran patriota, participó como voluntario durante la guerra ruso-turca de 1877 a 1878 y, luego, en la guerra serbo-búlgara.
Iván Hadzhiberov fue la encarnación del empresario búlgaro moderno de comienzos del siglo XX. Se fue de este mundo rodeado por el amor y cariño de sus contemporáneos. El día de su sepelio, todas las fábricas de Gabrovo se despidieron del industrial con el ulular de sus sirenas, acompañado por el tañido de las campanas de todas las iglesias de la ciudad.
Versión en español por Mijail Mijailov
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