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El checo Ludvík Kuba, quien dedicó un volumen a las canciones populares de las tierras búlgaras

Foto: Archivo personal

A finales del siglo XIX, el artista y folclorista checo Ludvík Kuba emprendió un viaje a las tierras búlgaras para explorar el patrimonio musical del país. Tras recopilar y transcribir las melodías que escuchaba, dedicó un volumen entero a Bulgaria dentro de su colección La eslavitud en canciones.

"Ludvík Kuba y la cultura de la canción búlgara de finales del siglo XIX y principios del XX: entre la ciudad y la aldea" fue el tema de una conferencia celebrada el 29 de abril en el Instituto de Etnología y Estudios Folclóricos, adscrito al Museo Etnográfico de la Academia Búlgara de Ciencias en Sofía.


Nacido en 1863 en la pequeña ciudad de Podebrady, Ludvík Kuba mostró un gran interés por el dibujo y la música desde muy temprana edad. Asistía a la escuela de órgano y sus padres le auguraban un futuro como músico de iglesia. Al crecer Kuba encontró su camino en la música, sin embargo, no encerrado tras los muros de una catedral, sino en la amplitud de países cercanos y lejanos.

Más tarde, recibió formación artística en Praga, Múnich y París, trabajó durante un tiempo en Viena y, además de cultivar su pasión por la pintura, desarrolló un profundo interés por las lenguas y la cultura eslavas. A lo largo de sus viajes por diversos países, logró recopilar 1 558 canciones populares, mientras al mismo tiempo consolidaba su carrera como pintor impresionista.


"Ludvík Kuba conseguía que la gente le cantara, porque en aquella época no existía tecnología de grabación y todo se hacía de oído", afirma la etnomusicóloga Veselka Toncheva, autora de la conferencia en el Instituto de Etnología y Estudios Folclóricos, adscrito a la Academia de Ciencias de Bulgaria. "Era realmente un gran músico, probablemente dotado de oído absoluto, ya que transcribía las canciones en el momento mismo en que se las interpretaban, respetando su tono original."

En su primera visita a Bulgaria, en 1894, el checo recorrió los alrededores de Sofía, Tatar, Pazardzhik y Plovdiv. En su segunda visita, en 1928, centró su investigación en los montes Ródope y en aldeas específicas. Recopilaba canciones tanto en zonas urbanas, como rurales, ya que a finales del siglo XIX y principios del XX existía una constante interacción entre la cultura urbana y la rural.


"Sabemos cuánto tiempo Bulgaria estaba bajo yugo otomano, continúa la docente Veselka Toncheva. Durante ese período vivíamos relativamente aislados. Nuestra apertura a la cultura europea y urbana se produjo tras la Liberación, lo que inevitablemente influyó en el repertorio musical y de canciones. Resulta que el arte musical es bastante permeable a los nuevos modelos civilizatorios.

Ludvík Kuba conocía bien la música, la armonía y el pensamiento europeos, pero, como alguien ajeno a nuestra cultura, trabajaba desde una recepción diferente, con códigos culturales distintos: el oído de un europeo está, en efecto, afinado de otra manera. No obstante, hizo un buen trabajo y algunos de sus registros son versiones literales de canciones ya grabadas", explica Toncheva.

https://bnr.bg/radiobulgaria/post/100832303/balgarskite-chehi-vnasat-evropeiski-duh-i-stil-v-sledosvobojdenska-balgaria

También dedicó dos volúmenes de su extensa colección de quince libros La eslavidad en canciones al folclore búlgaro y macedonio.


"Debo reconocer que en la colección búlgara no hay tantas canciones populares como en la macedonia, donde podemos encontrar, por ejemplo, Llora, bosque, llora, hermana, basada íntegramente en la melodía de Hermosa eres, mi bosque", comenta la etnomusicóloga Veselka Toncheva.

"Un detalle importante es que Ludvík Kuba armonizó todas las canciones, es decir, las presentó acompañadas de piano. Se trata de un enfoque interesante, ya que la canción popular búlgara no sigue el pensamiento mayor-menor característico de la armonía de Europa Occidental. Aun así, Kuba logra encuadrarlas en ese sistema y, al mismo tiempo, preservar la especificidad del sonido balcánico más exótico", añade la docente Toncheva.

El checo también tradujo todos los textos al idioma de su país.


Después de recopilar material entre 1925 y 1927 para su colección Canciones macedonias, Ludvík Kuba afirma en el prólogo que los macedonios son búlgaros, que su lengua es el búlgaro y que las canciones que cantan son también búlgaras.

¿Cómo fue posible, sin embargo, que todo esto pasara desapercibido en una época en la que las autoridades oficiales de Belgrado intentaban convencer al mundo de que el folclore de Macedonia era serbio?

"El contexto histórico en Chequia era tal que eso fue posible; además, Ludvík Kuba viajaba acompañado", responde la etnomusicóloga. "Consiguió contactar con un estudiante de Macedonia con conciencia nacional búlgara, que lo acompañó en sus recorridos, incluso llevó consigo a su propio hijo. El investigador también recibió apoyo político y financiero al más alto nivel en su país natal".

La vida de Ludvík Kuba parece tan pintoresca como un cuadro: pintaba sobre todo paisajes y recorría a caballo las tierras para recoger las melodías que habían nacido en ellas.


"En muchos países, incluyendo Bulgaria, logró captar el espíritu de cada lugar", dice la profesora Veselka Toncheva. "Pintaba iglesias, mezquitas, mercados, vestimenta, vida cotidiana, celebraciones. Esta complejidad de su personalidad es muy importante e interesante, porque, mediante dos medios diferentes, logró captar la esencia de cada país".

Ludvík Kuba abandonó este mundo a los 93 años, recibiendo reconocimiento por la misión de su vida: conocer el legado musical de varios pueblos y presentarlo en una forma lista para ser interpretada. Lamentablemente, su contribución al conocimiento y la preservación del folclore búlgaro sigue siendo desconocida para el público general en Bulgaria.

"Me puse en contacto con su bisnieto, Jaroslav, y él está muy entusiasmado por popularizar a Ludvík Kuba en los países en los que escribió. Gracias a él, tengo muchas páginas copiadas del archivo en Podebrady y en ellas encontré canciones que faltan en las colecciones búlgaras y macedonias. También veo muchos manuscritos, versiones de intentos de armonización; todo esto proporcionará una visión aún más completa y profunda de su obra", concluye la docenta Veselka Toncheva.

Fotos: archivo personal de Veselka Toncheva, Facebook /Davor Lazarević - istoričar, IEFEM-BAN, digitalniknihovna.cz

Traducido y publicado: Borislav Todorov


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