El 20 de julio, en plena época de canículas en Bulgaria, la Iglesia Ortodoxa Búlgara homenajea a san Elías, uno de los profetas del Antiguo Testamento. Un testimonio de la profunda veneración que siente el pueblo búlgaro hacia este santo son los numerosos templos ortodoxos en los cuales se ofician liturgias solemnes en su honor. Su hagiografía está repleta de innumerables milagros y es un testimonio de su insólita relación con Dios que culminó con su asunción al cielo en un carruaje de fuego. Dios le encomendó la excepcional misión que el santo cumplirá antes de la Segunda Vendida de Jesucristo.
El profeta Elías vivió en el siglo IX antes de Cristo en Tistet, cuando los judíos habían descuidado su fe en el verdadero Dios por la reina Jezabel, esposa del rey Ajab, que había promovido la fe por los dioses fenicios. Para hacer volver al pueblo a la verdadera fe en Dios, el profeta cerró el cielo con sus oraciones y durante tres años no hubo lluvias.
La sequía se apoderó de la tierra y llegaron días de hambre. Elías se retiró al lugar que le fue indicado por Dios y rezó fervorosamente para que el pueblo tentado por las creencias paganas retomara la verdadera fe y para que Ajab se arrepintiera. Sus profecías iluminaban las almas humanas con la fe en Dios y cuando cumplió su misión en la tierra fue llevado al cielo en un carruaje que le envió el propio Dios.
Según las creencias populares de los búlgaros, san Elías castiga con sequía las personas que no creen en Dios y envía lluvia a quines se arrepienten. Protege y ayuda a los pobres que no desean riqueza y que confían en Dios. Es dueño de los truenos y recorre el cielo en un carruaje de fuego desde el cual echa rayos. Este día celebran su onomástica las personas que llevan los nombres de Iliya, Iliyana, Ilinda, Ilcho, Lina, Linda.
Fotos: BGNES, Archivo
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