En los primeros años de la democracia, una familia de la ciudad de Plovdiv se trasladó a Chicago para fundar un negocio relacionado con la sensibilidad más refinada no sólo de los dedos, sino también del alma humana. Porque la lutería, que es como se denomina la fabricación de instrumentos musicales de cuerda, requiere, además de precisión en el manejo del material, la capacidad de incorporar una pequeña parte de ti mismo, y al final hacer que el violín suene.

La marca Classic Violins fue fundada por la primera generación de esta familia búlgara: Georgi y Maria Schumanovi, y hoy ellos y sus descendientes poseen tiendas en uno de los barrios del norte de Chicago y en Racine, Wisconsin.

"En 1989, mi padre visitó Estados Unidos con la idea de fundar un negocio único", cuenta su hija Stefka Chavdarova ante Radio Bulgaria. “No era músico, pero era muy emprendedor y decidió, junto con mi madre, empezar a importar instrumentos musicales fabricados por artesanos búlgaros en "Kremona", en la ciudad de Kazanlak, así como accesorios para dichos instrumentos. Al principio los vendía a varias tiendas de Estados Unidos, y más tarde surgió la idea de que toda la familia se dedicara a la lutería."

Así que las dos hijas se unieron al negocio junto con sus maridos. Petyo Kostov y Plamen Chavdarov, representantes de la segunda generación de hombres de la familia, completaron tres años de formación en la Chicago School of Violin Making y empezaron a fabricar instrumentos de cuerda. En el año 2000, la familia abrió la primera tienda búlgara de lutería en América.

"Desde el mismo principio, nuestra tienda ya destacaba por la calidad de sus instrumentos, lo que nos ayudó a atraer la atención de los clientes, los profesores y los estudios privados", continúa Stefka Chavdarova. “En Estados Unidos cada colegio tiene su propio programa musical con instrumentos de viento o de cuerda, y los niños empiezan a tocar desde los 4 años de edad. Por eso decidimos ofrecer para los músicos más pequeños, instrumentos de alquiler que tuvieran la misma calidad que los instrumentos profesionales. Poco a poco nuestro negocio ha ido creciendo y hoy no dependemos tanto de los anuncios en periódicos y en redes sociales, como del boca a boca de nuestros clientes, satisfechos con nuestros instrumentos y nuestro servicio".

Y como cada persona que cruza el umbral de la tienda es especial, recibe la atención y la respuesta a cada una de sus preguntas, además del cuidado de los instrumentos.

"De lo que más orgullosa estoy, es de los clientes que llegaron aquí de pequeños, y empezaron con nosotros a los tres años - y que ahora se han convertido en maestros", dice la otra hija de la familia, Antoaneta Kostova. "Me alegro mucho cada vez que los veo porque hay algo les ha convencido a quedarse todos estos años con nosotros, y a enamorarse de este oficio de manera que haya pasado a ser después su profesión".

“También me encanta cuando entran en la tienda personas de más de ochenta años y nos dicen que siempre han querido aprender a tocar el violín pero que nunca tuvieron tiempo. Se apuntan a clases y al cabo de 10 años siguen siendo clientes nuestros".

En los talleres búlgaros los violines, las violas y los violonchelos se fabrican totalmente a mano, como lo hacían Stradivari, Amati, Guarneri en los siglos XVII y XVIII, o los maestros nativos de Cremona en el siglo pasado. "Porque en este oficio, los milímetros importan, así como los sentimientos que el lutier pone en su obra", dice Antoaneta Kostova.

Además de crear instrumentos profesionales, los lutiers también se dedican a su restauración y reparación. No es casualidad que muchos músicos, incluso de otros estados, confíen en sus servicios. Junto a los lutieres búlgaros, en los talleres también trabajan artesanos estadounidenses.

El primer paso para que un nuevo instrumento cobre vida es la elección de la madera.

"La madera tiene que envejecer primero", explican Antoaneta y Stefka Chavdarova. "Ya tenemos una que lleva 20 años envejeciendo ante nuestros ojos y la cuidamos para que suene bien. La mejor madera se encuentra en los Balcanes, por eso gran parte de nuestro sicomoro y zumaque procede de Bulgaria. A eso se le añade la habilidad del propio lutier, ya que da igual lo buena que sea la madera que tengas, si no tienes las habilidades necesarias y si no le pones el alma, con la que luego resonará el instrumento - sin eso, nunca obtendrás un resultado satisfactorio. Cuando el trabajo está completamente terminado, sientes tu creación realmente como un hijo propio, con su propia alma".

Stefka y Antoaneta admiten que no siempre es fácil trabajar con las personas que tienes más cerca cada día, en el trabajo o en casa. "Los conflictos son inevitables. Aquí somos seis individuos, cada uno con una opinión diferente, pero lo que nos une es nuestro objetivo común: el éxito de nuestra empresa", dice Antoaneta Kostova. Georgi Shumanov, el mayor de la familia, es quien tiene siempre la última palabra.

"Lo más importante es resolver los conflictos con amabilidad y con amor", añade Stefka Chavdarova. Esta es una familia muy unida que ya ha puesto su mirada en su próximo objetivo: abrir otra tienda más cerca de Chicago. Mientras tanto, sus miembros nunca se olvidan de mantener viva la gratitud en sus corazones hacia aquellos que, en su momento, les ayudaron a emprender este camino suyo.

Autor: Diana Tsankova

Versión en español: Alena Markova

Fotos: facebook.com/classicviolins