Continuamos con nuestro relato de la región del sismo que golpeó Turquía hace un año.
“Aquí organizamos nueve cursos distintos: de artes, de objetos elaborados a mano, de origami, de costura, de cocina y de diseño de moda. Toda la gente que viene, la mayoría son mujeres damnificadas por el terremoto, vienen también porque lo necesitan desde el punto de vista psicológico. Les ayudamos, les motivamos a estudiar, a tomar certificados de maestría para que puedan continuar sus vidas y comenzar a ganarse el pan. Les ayudamos a sentirse más seguras de sí mismas”, señala Gulhan Yildirim mientras muestra los cuadros y los objetos elaborados por alumnas suyas.
Otra de las profesoras, Husne Ozer, ha pasado 24 horas debajo de las ruinas después del terremoto antes de ser salvada por los rescatistas.
“Con esta amiga mía que había venido para visitarme estábamos juntas debajo de las ruinas en el séptimo piso. Todo era como en una película de horror pero era realidad”.
“Los temblores fueron acompañados por un ruido estrepitoso. Vi cómo el techo de la habitación se abrió igual que se puede ver en una película, pero no la estábamos viendo, sino que vivimos la realidad de la devastación”, cuenta Husne.
Su energía es contagiosa y al término de nuestra reunión ya estoy convencida de que las personas de Hatay superarán sus problemas.
“Escapamosdelamuerte. Estoesunmilagro. Hay esperanza, desde luego. Esto es lo que nos hace más fuertes. Cuando ayudamos la esperanza nunca muere”, dice Husne categórica.
¡Cuidando también de los animales!
El mal tiempo evidentemente no agrada al grupo de siete grandes perros que nos siguen y entran con nosotros en el almacén hacia el cual nos hemos dirigido. Los funcionaros que están allí comienzan a alimentar a los perros, a acariciarlos y a sonreírles. En realidad, esto no es un asilo para animales, sino la unidad de Educación, cultura y actividades sociales en Antakya.
Los armarios de los funcionarios están cerca de las paredes de la habitación, en el medio hay mesas enormes que se utilizan para cursos de formación y entre todos los muebles juegan los perros callejeros que nos recibieron y nos acompañaron al establecimiento. La tranquilidad de los trabajadores es algo normal, explica la directora de la Unidad Municipal Emine Atmaka.
“Aquí todos amamos a los animales. Yo también tengo mascotas en casa. Antes del terremoto los animales callejeros vivían muy bien en Antakya y en la región porque de ellos cuidaban las personas de las tiendas, del centro y de la calle principal. Después del terremoto ya ni siquiera hay un balcón donde puedan esconderse. No deja de llover y si les damos comida no tienen dónde consumirla. No tienen dónde vivir. Comenzamos a cuidar de un perro y ahora ya son mucho más”.
“Si no tienes a nadie, me tienes a mí”. Con esta actitud la periodista Sakine Altay ayuda a las personas de su ciudad natal, Hatay, eligiendo la humanidad antes de la carrera profesional. Está absolutamente convencida de que Hatay será construido de nuevo y en el futuro la ciudad será más bella que antes del terremoto.
“Con esta certeza y motivación nos sentimos fuertes y logramos gestionar este difícil proceso. Nuestras lágrimas se secaron, elegimos mirar hacia adelante y restaurar nuestra región con esfuerzos comunes. Enseñamos a los niños y a los jóvenes que sean fuertes porque estamos convencidos de que los tiempos difíciles crean personas fuertes. Quisiéramos dar la bienvenida a todas las personas de Bulgaria para poder sentir nuestro espíritu y que vengan cinco años después para que puedan hacer una comparación y ver nuestro progreso”.
Con estas palabras de esperanza de la periodista nos dirigimos a Bulgaria, con la amargura de lo que vimos y con la tranquilidad de la fuerza y el espíritu de las personas que sobrevivieron “la catástrofe del siglo”.
Traducido y publicado por Hristina Táseva
Fotos Sevda Dukkanci, María Petrova
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