Un estudio de 30 meses de duración realizado por psicólogos de la Universidad de Veliko Tarnovo y la Sociedad Femenina “Ekaterina Karavelova” de la ciudad de Silistra, ha revelado unos resultados alarmantes: uno de cada cuatro búlgaros ha sido o bien víctima, o bien testigo de una situación de violencia. El análisis fue realizado en toda Bulgaria, con 3.500 niños y adultos, y los resultados fueron presentados a los eurodiputados y los diputados búlgaros de la Asamblea Nacional.

La mayoría de los búlgaros sólo reconocen como violencia doméstica las bofetadas y las palizas pero no los abusos verbales, emocionales o sexuales. La encuesta muestra que los estereotipos asumidos por hombres y por las mujeres se diferencian mucho, de la misma forma que se diferencian los puntos de vista de los habitantes de los pueblos y de quienes viven en las ciudades. La Prof. Vesislava Chavdarova, de la Universidad de Veliko Tarnovo, comenta que estos resultados no son para nada inesperados:

"No, no nos ha sorprendido el resultado porque la agresividad en la familia búlgara es una tendencia que persiste desde hace tiempo. No hay nada que no hayamos visto antes, lo que varía son las causas que se observan actualmente. Es decir, además de las relaciones intrafamiliares, se observa una influencia muy marcada por parte del entorno social, e incluso político. Hay un enfoque agresivo en las relaciones, en general".

"Se sigue observando esa actitud tan extendida, de que si hay problemas de violencia, estos deben quedarse dentro de la familia. Y, cuando las víctimas se animan a buscar protección, sacarlas de su situación crítica es un proceso muy lento. El funcionamiento estatal es torpe y es muy difícil tratar con los maltratadores. Por otra parte, tenemos un discurso de odio cada vez más fuerte y extendido por parte de los políticos. Existen problemas incluso con las tradiciones búlgaras y el arraigo al patriarcado", explica el psicólogo y docente Ivan Ivanov:

"Según las personas de las poblaciones más pequeñas que participaron del estudio, las tradiciones y normas patriarcales son un recurso para prevenir la violencia. Mientras que los participantes de las poblaciones grandes creen que las tradiciones patriarcales más bien facilitan y desencadenan los actos de violencia doméstica. Hasta cierto punto, nos encontramos frente a una situación completamente dividida".

Por otra parte, resultan muy inquietantes las conclusiones que los psicólogos han sacado de sus conversaciones con los estudiantes donde los estereotipos predefinidos parecen inamovibles:

"Especialmente en las ciudades pequeñas, los niños no perciben como violencia ni siquiera el hecho de experimentar violencia. Resulta que el hecho de que un niño haya sido maltratado, golpeado o haya estado presente en escenas de violencia doméstica, no cambia en absoluto su percepción de los estereotipos", señala la prof. Veleslava Chavdarova.

"Todos ponen en práctica los conceptos, las observaciones, y los modelos vistos en casa. Si una madre tolera el ser insultada o agredida de otra forma, los niños lo ven como algo normal, mientras tengan un respaldo puramente económico", añade la Asistente General, Petya Trifonova.

“Son necesarios cambios muy serios en el sistema educativo, sanitario y social de Bulgaria. Aunque hace unos meses fue modificada la Ley para la Violencia Doméstica, las normas para que esta pueda ser aplicada no han entrado en funcionamiento”, afirma Galya Ivanova, de la Sociedad Femenina “Ekaterina Karavelova” en Silistra.

“Psicólogos de la Universidad de Veliko Tarnovo y de la ONG de mujeres han debatido con los diputados el tema de la violencia doméstica para incluirlo en los planes educativos”, comentó el docente Ivan Ivanov:

"Hay que enseñar a los niños a ser capaces de resolver conflictos de forma flexible mediante diferentes juegos de rol de manera que, incluso en los primeros niveles escolares, haya ya una cierta prevención, y que los niños estén sensibilizados con estos temas".

El discurso del odio se ha apoderado de la política búlgara y por eso, en palabras del docente Ivanov, es necesario implementar un código ético para las figuras públicas. "No se deben resaltar los estereotipos de género en los discursos y las opiniones expresadas públicamente. Ni falta que hace mencionar el lenguaje que se utiliza en la Asamblea Nacional y los insultos que se reparten entre ellos", señala Ivanov.

A los legisladores búlgaros también les han sido propuestos cambios legislativos.

"La política en el ámbito de la violencia doméstica y las relaciones interfamiliares, debe avanzar hacia una mayor transparencia, mayor coordinación, un presupuesto acorde a las necesidades, una toma de responsabilidad, y la creación de un sistema adecuado que pueda trabajar tanto con las víctimas, como con los maltratadores", explica Ivanov.

Esta encuesta a gran escala, realizada con la participación de 3.500 niños y adultos de los 28 distritos del país, podría convertirse en la base de un programa nacional de lucha contra la violencia doméstica, sobre todo ahora que se está estructurando el Consejo Nacional de Lucha contra la Violencia Doméstica y su secretaría. Según Galya Ivanova, de la ONG de Silistra, el enfoque debería ser diferente para cada localidad:

"La violencia doméstica es un fenómeno que afecta no sólo a la familia, sino también a los cimientos del Estado. Porque cuando una mujer, un hombre o un niño se encuentran mal, es muy difícil que mantengan un trabajo y, además, estos se convierten en un peso para el sistema sanitario. La prevención es necesaria. Si un día nosotros nos quedáramos sin trabajo, ese sería nuestro mayor logro".

Reportaje de Zdravka Maslyankova, corresponsal de BNR en Veliko tarnovo

Versión en español: Alena Markova

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