A finales del año pasado, en un emotivo encuentro con personas afines en los Archivos Estatales de la capital, la escritora Anna Maleshkova celebró su 80 cumpleaños. “Miro hacia adelante, quiero vivir más, amo la vida, amo Bulgaria”, dice esta búlgara de Besarabia, con la vista puesta también en el lejano 1971, cuando dejó su Moldavia natal para ver qué le ofrecía su país de origen.
Un encuentro casual y un amor apasionante predeterminaron el futuro de Anna Maleshkova, un pasado lejano desde la perspectiva actual, pero también una esperanza de días aún mejores. Nacida en el pueblo de Valia Perzei, la ex periodista conoció a su futuro marido durante una gira del Conjunto Folclórico de Sliven, en Moldavia. Dos años después y con un bebé en brazos, la joven familia se instaló definitivamente en la Ciudad de los Cien Voivodas.
"Nací durante la guerra, recuerdo el hambre y la escasez", recuerda Anna Maleshkova sobre sus años de infancia. "Crecimos sin juguetes, sin ropa nueva, no había muchas cosas divertidas. En los años de posguerra, empezamos a trabajar con muy poca edad, pero estoy agradecida a mis abuelos y a mis padres por haberme enseñado a trabajar desde muy pequeña".
La escritora resume sus años en Bulgaria de la siguiente manera: "Aquí pasé mi aprendizaje, aquí crié y enseñé a mis hijos, aquí envejecí".
Es coautora de su obra junto a su hermano Nikolay Kurtev, y no por casualidad son llamados "guardianes de la memoria del pasado y el presente de la comunidad búlgara de Besarabia". Así salen a la luz la historia del pueblo de Valya Perzhey, un calendario histórico-referencial, una colección de refranes y dichos búlgaros de Besarabia, la biografía del más notable escritor búlgaro de Tavria, Misho Hadjiyski. También destacan las novelas, que narran la época de la migración de los búlgaros a Besarabia, hace más de 200 años, hasta nuestros días.
"Y ahora seguimos escribiendo", afirma Anna Maleshkova. "En nuestro último libro, 'Huellas en la Historia', abordamos el tema de los búlgaros que dejaron su marca en la cultura, la política y el ejército en el Imperio Ruso, durante la Unión Soviética y en la actualidad. Hay muchos hechos interesantes y solo les daré un ejemplo: la gran hambruna de 1946-1947. En Besarabia, normalmente, tres años seguidos la cosecha es buena, y el cuarto resulta ser seco. Mientras trabajábamos en 'Crónicas de Besarabia', en la ciudad ucraniana de Izmail, encontramos un documento en el que una madre legaba su cuerpo a sus dos hijas para que pudieran alimentarse y así sobrevivir. ¿Se imaginan lo que eso significa? Yo misma recuerdo la hambruna, y espero que nadie la conozca, aunque, por desgracia, existe en algunas partes del mundo. La guerra y el hambre: son lo más terrible que ha "conseguido" la humanidad."
A la pregunta sobre en qué se diferencian los búlgaros de Besarabia de los de su patria histórica, Anna Maleshkova se negó al principio a hacer comentarios, pero la emoción se impuso.
"Nuestros búlgaros no tienen estos rasgos abiertos de envidia, malicia, escupitajos, empezando por el presidente hasta los vecinos", responde. "Aquí está mucho más reprimido, quizás porque durante el gran traslado la gente ha experimentado más penurias y ha pasado por años más difíciles que en Bulgaria, y eso ha influido. Los búlgaros de Besarabia son un poco más suaves de carácter y parecen tener más moralidad y temor de Dios".
Anna Maleshkova sitúa la decencia en la cima de la lista de valores humanos. Añade que la educación primero se da en la familia y luego en la escuela, por lo que los profesores deben enseñar con el ejemplo personal, el conocimiento y el bien.
La vieja dama divide su tiempo entre diversas aficiones: escribir, pintar, cocinar, apicultura, y cada una de ellas abre una nueva ventana al conocimiento, al asombro y a la maravilla.
Orden, disciplina, limpieza, higiene: Anna Maleshkova descubrió estas virtudes universales en sus amigas las abejas, que han acompañado a su familia durante generaciones.
Como las queridas abejas, hermana y hermano se reparten desde hace tiempo las responsabilidades, y cada noche, entre las 22:00 y las 24:00 horas, en lo que llaman "Lectura literaria", intercambian pensamientos, corrigen borradores y comparten lo que han escrito durante el día. Ella desde Bulgaria, él desde Moldavia, utilizando la tecnología, separados por fronteras, a 605 km de distancia.
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