“Vamos a ciudar la paz como a una flor, amar en lugar de odiarnos”, cantan los niños del grupo "Karamelki"
Acaso es pequeña la Tierra
Acaso somos muchos los niños
Sólo el humano es capaz de odiar
A la defensiva, los unos de los otros,
Acabamos divididos según nuestra fe,
Según el color de nuestra piel…
Los niños son sabios, los adultos no tanto. Debemos escuchar sus palabras porque los niños no tienen aún el corazón cerrado. Si Dios hiciera que la canción de estos niños sonara cada minuto, día tras día, en cada rincón del planeta, la sabiduría pondría fin a la locura y la misericordia volvería a llenar de calor los corazones.
Cuántas fronteras vamos a trazar
Nuestros propios nombres ignoramos
Cada vez es más fácil hablarnos
Pero preferimos discutir, para variar
En vez de perdonarnos - elegimos herir…
A través del arte, los niños de Ucrania envían su propio mensaje de paz. Mientras cantan, dibujan y escriben poemas, confían en que llegará el día en que los cristales de sus ventanas dejarán de volar en pedazos y en que los rayos del sol serán los únicos en entrar en su habitación. Igual que lo describen sus emotivas melodías, imágenes y palabras.
“Aquí bombardearon la ciudad de al lado”, dice Ivana Demirova, búlgara y profesora de canto en el centro búlgaro-ucraniano “Media” del pueblo de Krinichnoe, en la localidad de Bolgrad. “Ojalá nuestros hijos no tengan que experimentar lo mismo. Intentamos alegrarles y distraerles, desviar su atención hacia lo bueno, y hacia las canciones. Por eso mismo seguimos cantando y estudiando, incluso mientra estamos en el refugio antibombas. No podemos detener las actividades ya que no sabemos cuánto va a durar esta guerra. Estamos intentando seguir adelante”.
Ivana se mantiene erguida para dar ejemplo, y procura poner al menos un poco de orden, en el mundo caótico en el que llevan viviendo ya un año y medio sus alumnos, tratando de encontrar un rincón seguro. En Sofía nos encontramos con su pequeña alumna Varya (diminutivo de Varvara), una niña alegre y sonriente, ganadora del gran premio en el concurso de canto de la Agencia Ejecutiva para los Búlgaros en el Extranjero.
“En nuestra comunidad tenemos muchos niños con talento”, dice orgullosa Ivana Demirova, a lo que Varvara Trandáfilova, de cinco años, responde cantando alegremente:
Vamos todos a la par, de la mano a bailar,
Un-dos-tres, un-dos-tres, dale con el pie…
“Me gusta Bulgaria”, dice la niña. “En la escuela búlgara nos enseñan sobre las fiestas. Hay muchas: está Baba Marta, la Navidad, la fiesta de los Santos Cirilo y Metodio… Cuando regrese a Ucrania, les diré que los bosques aquí son muy bonitos. Allí no tenemos bosques así, pero tenemos el mar. Espero volver a Bulgaria el año que viene”.
Varya es una de las niñas que visitan cada sábado el centro búlgaro-ucraniano “Medios”. Allí también ensayan su el arte vocal los pequeños cantantes del grupo “Karamelki”, que envían un conmovedor mensaje como llamamiento al fin la guerra. “Los niños vienen y las madres los esperan mientras ensayan”, cuenta Ivana Demirova:
“Insistimos en que confíen en lo bueno porque si un niño está sometido a un estrés constante, no puede ni trabajar, ni crear, ni desarrollarse. Debemos tranquilizarles y transmitirles confianza, y no hacer más dura aún su situación, que ya de por sí es terrible. Les explicamos que hay cosas que no deberían verse en absoluto. También les decimos que la paz llegará, que todos debemos confiar en ello, que tarde o temprano lograremos la victoria y entonces llegarán para ellos días mejores”.
Mientras tanto, la guerra seguirá dejando heridas. Las heridas físicas sanarán aunque está claro que las almas de todos sufrirán un daño irreversible. Pero, ¿cómo sanar unas heridas invisibles?
Hace un año, unos meses después del estallido de la guerra, Adelina Hristova, estudiante de décimo grado en la comunidad de búlgaros de Besarabia en Bolgrad, compartía con Radio Bulgaria:
“Me duele mucho por nuestra madre Ucrania. Cada momento podría ser el último para nosotros. No sabemos lo que nos espera, así que simplemente seguimos viviendo - disfrutando tanto como nos permite la vida”.
Un año más tarde, los mensajes para los niños de Ucrania siguen siendo los mismos.
“Queremos que nuestros hijos tengan una infancia feliz y un futuro feliz. Mis compañeros y yo estamos haciendo todo lo que depende de nosotros para ello”, dice Ivana Demirova. “Queremos que tengan un buen recuerdo de sus años de infancia - lo que pasa hoy se quedará con ellos por el resto de sus vidas. Queremos que canten, que disfruten, que bailen y sonrían, pero también que se desenvuelvan y se realicen en estos momentos tan difíciles”.
Una niña de cinco años sueña con regresar el año que viene a Bulgaria y cantar una nueva canción.
Vamos a darnos la mano
Cuidar la paz como si de una flor se tratara
Vamos a sonreírle al extraño
Amar en lugar de odiarnos
Vamos a dar en lugar de tomar
Somos todos hijos de esta misma Tierra
Versión en español: Alena Markova
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