La gente de Bosílegrad y alrededores es educada y amable - sobre todo al decirles que venimos de Bulgaria, nos cuenta el fotógrafo Vihren Gueorguíev, que, junto a tres compañeros suyos, formó parte del plein-air de fotografía que fue organizado en Bosílegrad con la colaboración de la asociación “Glas” (“Voz”). Esta es la primera vez que Vihren viaja a las zonas extremo-occidentales de Bulgaria, y confiesa que encuentra muchas similitudes entre los pueblos a los dos lados de la frontera serbio-búlgara.
“Conseguimos visitar y fotografiar unos 10 pueblos y, desgraciadamente, lo que se percibe es una devastación generalizada. Lo que es muy triste porque nos recuerda también al estado en que se encuentran las pequeñas poblaciones en Bulgaria. Me he dado cuenta de que, en los pueblos búlgaros de camino a la frontera, no había prácticamente vida. Pero en Bosílegrad sí que había algo más de movimiento. En los pueblos había muy poca gente, y muchas casas en ruinas o abandonadas…Muchas de ellas se están utilizando como chalets pero me llamó la atención lo baratas que son allí las propiedades. Se puede encontrar una casa de tres pisos por unos 15.000-18.000 euros”.
Los días anteriores al plein air, al presidente de la asociación “Glas”, y organizador del evento, Alexander Dimitrov, le fue denegada la entrada al Serbia por llevar consigo libros en búlgaro. Esta actuación inexplicable por parte de los serbios se convirtió en tema principal de las conversaciones de los fotógrafos. Vihren muestra su apoyo hacia Alexander Dimitrov, por todo lo que ha hecho por los búlgaros de las zonas extremo-occidentales, a lo largo de los años:
“Me gustaría decir lo impresionado que estoy de lo hace Alexander Dimitrov. Pese a las pocas personas que quedan en esta región, él sigue tratando de mantener un programa cultural y hace todo lo posible para que esta gente no olvide sus orígenes. Hemos hablado mucho del Festival de Pascua y del concurso del “huevo más duro”, que forma parte de él. Hay muchísimas historias en torno a ello.” Estas son las palabras del fotógrafo que no llega a conocer a Alexander hasta este año, en las fiestas de Rozhen - donde Alexander había ido con un grupo de niños de Bosílegrad.
Dimitrov le cuenta acerca de los problemas que arrastran los búlgaros de por aquí desde hace años - la despoblación, el miedo a proclamar abiertamente sus orígenes y su consciencia de búlgaros, la falta de trabajo o la polución provocada por las minas:
“No sé hasta qué punto el gobierno serbio se muestra abusivo hacia los habitantes de esta región pero el mero hecho de que esta se encuentra completamente abandonada - en el sentido económico -, es ya suficiente para que uno se sienta destrozado”, exclama el fotógrafo.
Durante su visita a Bosilegrad, a Vihren le impresionó especialmente la celebración de una boda, que pudo presenciar de paso:
“Según la tradición, las bodas allí comienzan a las 06:30h de la mañana, con música y canciones, por lo que dudo que haya alguien en Bosílegrad que no se entere de tal evento. Ha sido muy interesante”, recuerda Vihren, “La costumbre dice que, al igual que en muchos lugares de Bulgaria, el novio tiene que ir a recoger a la novia de su casa. Pero, lo curioso aquí es que, una vez la ha recogido, ella se va a vivir con él y con su familia - y la familia, por su parte, puede decidir no invitar a la familia de la novia a la boda”.
Versión en español: Alena Markova
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