“El secreto del cambio es enfocar toda tu energía, no en la lucha contra lo viejo, sino en la construcción de lo nuevo”, decía Sócrates. En Bulgaria deseamos que se opere un cambio, pero no dejamos de luchar contra los fantasmas de lo antiguo. Por segundo año consecutivo los búlgaros votan a una Legislatura de la Asamblea Nacional, pero los diputados no llegan a descifrar los mensajes de los electores, quienes les castigan con una baja participación electoral y un voto variopinto. Logran atravesar la barrera del 4% y acceden al Parlamento formaciones políticas prácticamente incompatibles, que en vez de enfocarse en los problemas de candente actualidad en el Estado, debaten temas de poca importancia y luchan por cargos en el gobierno del Estado.
La ecuación gubernamental que deben resolver las principales formaciones políticas permanece casi sin cambios, pero la situación evidentemente requiere que se busquen puentes entre las principales fuerzas políticas para que mantengan un diálogo.
¿Los elegidos están dispuestos a mantener tal tipo de diálogo? De nuevo han ocupado los primeros puestos dos fuerzas políticas que declaran su orientación euroatlántica y a primera vista podrían formar un Gobierno.
No debemos olvidar que durante el Gobierno de Kiril Petkov fueron formulados cargos contra el líder del GERB, Boyko Borisov, y allegados suyos. Por esto la unión entre las primeras dos fuerzas políticas (GERB-CDC y Continuamos con el Cambio-Bulgaria Democrática) parece imposible sin que se haga un considerable compromiso. A juicio de algunos politólogos, una parte de la coalición Continuamos con el Cambio-Bulgaria Democrática estará propensa a cooperar con el GERB, pero otra parte preferirá más bien unas nuevas elecciones. En la práctica no puede formarse un Gobierno de uno de los dos grandes partidos porque los votos no son suficientes.
Los sociólogos ven una posibilidad de formar un Gobierno de la minoría con mayorías flotantes, pero esa configuración no será estable. Al mismo tiempo parece que para los electores es más importante que las dos principales fuerzas políticas no escapen de la responsabilidad y que se esfuercen por lograr algo en el marco de este parlamento.
Salta a la vista la división entre los llamados “liberales prooccidentales” y los búlgaros más conservadores. “Los búlgaros de los dos bandos volvieron a demostrar que los dos tienen el derecho a existir”, ha subrayado en una entrevista para Radio Nacional el politólogo Parvan Simeonov. Ha destacado que el pueblo búlgaro no tiene una fuerte orientación euroatlántica, es mucho más “euro”, y piensa en el atlantismo de manera más bien pragmática. Por esto la elite política debe estar atenta y abstenerse de tomar una orientación demasiado prooccidental. En sus palabras, los liberales prooccidentales en Bulgaria a veces tratan a los demás con desdén y esto es parte del problema.
A fin de cuentas, un 60% de los búlgaros no acudieron a las urnas y por esto es difícil asumir que el 30% restante expresa los ánimos de la sociedad. Sobre el telón de fondo de las configuraciones que se repiten por quinta vez, sale a la vista una importante formación que casi duplicó sus electores. De momento no reclama cargos en el poder, lo que desea es que se reconsideren las prioridades del país. El partido Renacimiento coloca en primer lugar los intereses nacionales de sus compatriotas y se niega a aceptar el camino trazado por las dos primeras fuerzas políticas.
¿Qué piensan los búlgaros?
Claro está que rechazan a los partidos del statu quo y al mismo tiempo desean obligar a los políticos a pensar de manera constructiva y mostrar acciones que saquen al país de la inseguridad, la miseria y la contraposición.
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