Crear un objeto con las manos, revelarse a sí mismo con palabras, crear una melodía y dejarla volar dándole vida con la voz da origen a la memoria, a la identidad, a la continuidad. Por eso se conmemora a los portadores de valores imperecederos a través de las generaciones con palabras aparentemente altisonantes.

"Tesoros Humanos Vivos" es una lista nacional representativa de personas que crean patrimonio cultural inmaterial. Durante este año, han merecido este título tejedores de redes de pesca, vinicultores, gaiteros de Kalofer, doce representantes de las familias de la aldea de Lipnitsa, que conservan la costumbre de "dar promesas", bailarines y cantantes.

Entre los guardianes de las tradiciones búlgaras se encuentra también el único maestro tejedor que queda en las tierras búlgaras Jristo Marinov. Lleva 40 años convirtiendo la piel gruesa en un hilo retorcido y con éste teje alfombrillas, guarniel, sacos de grano. Hace mucho tiempo "robó" el oficio de un maestro que elaboraba sus productos en la calle del museo etnográfico al aire libre "Etara", de Gabrovo.

"Me llaman y me felicitan personas que no he visto desde hace mucho tiempo, no oculta su alegría Jristo. – Ahora me llaman "tesoro", y nadie se me dirige por mi nombre. Es algo raro todo esto, pero me gusta. Es un reconocimiento porque he podido mantener el oficio para que más gente lo vea durante ese tiempo".

El oficio de mutafchiystvo (tejido de bolsas y sacos) se consideraba un oficio de hombres porque requería mucho trabajo y pasaba por muchas etapas.

"Desde el momento en que se obtiene el material cortado hasta el producto final hay un montón de complicadas operaciones", cuenta el maestro.  Tenemos que elegir los colores, luego cardarlos, golpear con cuerdas, encoger la lana, hilar en una polea, enrollar en ovillos, hacer todo el telar para cada tejido, entre muchos otros. Las operaciones son probablemente tantas como los años que llevo en el oficio. En el Renacimiento y más tarde hasta los años 50-60 del siglo XX había tres o cuatro artesanos trabajando en un taller.

El oficio llegó a Bulgaria desde Persia a principios del siglo XVIII y hasta la Liberación se había extendido a todos los poblados más grandes. En Panagyurishte estaba mejor desarrollado, allí florecieron 200 talleres de tejeduría con mil maestros, ayudantes y aprendices.

"En los libros se dice que la guerra de Crimea marcó el principio del final de este oficio", cuenta el maestro. En aquella época, se fabricaban sacos para las tropas y en ellos se almacenaba la pólvora; el pelaje tiene la cualidad de humedecerse lentamente, por lo que se mantenía seca la pólvora. La tejeduría se utilizaba mucho en el comercio".

Hoy en día, los tejedores elaboran almohadillas y bolsas peludas que se cuelgan al hombro. La tecnología no ha cambiado, por eso en su taller en la calle de Etara, Jristo Marinov utiliza un telar vertical de 120 años y algunas herramientas que datan del Renacimiento. Las creaciones hechas por sus manos adornan hogares no sólo de Bulgaria, sino también de Europa, Japón y Australia.

El maestro dice que su alma se abre cuando la persona que tiene enfrente sabe lo que quiere. A veces ocurren curiosidades.

"Un hombre fue de viaje a Shipka e hizo venir al grupo al "Etara" para comprar un guarniel -recuerda Hristo Marinov-. Yo tenía unos originales de los viejos tiempos en casa y me obligué a dárselos. Le pregunté para qué le servían, y me dijo: "Mi vecino colgó este guarniel sobre su puerta y le tocó la lotería. Yo también he decidido poner uno en la mía".

El artesano, que está todos los días ante los ojos de la gente, ha expuesto lo que ha creado con todas sus esfuerzas y talento en el Museo Etnográfico Regional de Etara.

Versión en español de Borislav Todorov

Fotos: Facebook/ Ayuntamiento de Gabrovo