No hay búlgaro que no logre identificar los inigualables colores y personajes de los lienzos de Vladimir Dimitrov, uno de los artistas plásticos búlgaros más relevantes, conocido sobre todo por el apodo El Maestro. Como todo gran pintor, él también ha dejado símbolos y mensajes secretos para las generaciones venideras que seguirán admirando emocionadas su talento.
En realidad, todos los cuadros de El Maestro traen el ancestral espíritu búlgaro, los rasgos típicos de la aldea y de la naturaleza búlgaras, pero los temas que tratan son universales y eternos. Vladimir Dimitrov "el Maestro" coloca en el centro de su universo artístico al modesto campesino que pisa firme sobre la tierra. Decía el pintor que “los campesinos búlgaros son padres patriarcas y santas madres”. Así los veía él y así los ha dejado plasmados en su obra. Una confirmación de ello es la historia de uno de los cuadros emblemáticos de este pintor: La muchacha del pueblo de Shíshkovtsi. Es el nombre que el propio artista eligió para su lienzo, con el cual participó, en los años 30, en la Bienal de Venecia, de donde regresó con una medalla de oro y un nuevo nombre: La Madonna Búlgara. Así se le conoce también hoy y es el retrato que preside la exposición de la galería de bellas artes de la ciudad de Kyustendil (suroeste de Bulgaria), galería que lleva el nombre de Vladimir Dimitrov “El Maestro”.
“Estamos en deuda con la vasta obra de este gran pintor y con el conocimiento que tiene el mundo de ésta y de su persona. Resulta que nosotros, los búlgaros, sabemos mucho más de lo creado por Leonardo da Vinci y de sus mensajes ocultos, pero ni siquiera sospechamos lo que nos ha dejado este genio de la pintura, no solo búlgara, sino también mundial”, dice Evgueni Serafimov, pintor de la ciudad de Kyustendil, quien se detiene siempre y sin falta con sus alumnos delante de la Madonna Búlgara, cada vez que visita la galería urbana. Se trata del retrato de una joven, rodeada de manzanas rojas y plantas en flor.
“Es la cara búlgara más reconocible, al hablar de lienzos o al decir “una mujer búlgara” este es el rostro que llega primero a la mente −declara Serafimov, y después hace alusión a los mensajes codificados que contiene el lienzo− : Aquí el artista ha retratado a Dafina Kóteva, una muchacha del vecino pueblo de Shishkovtsi, quien entonces tenía 14 años. La chica está dibujada con una gran ternura y su cara pálida destaca sobre el telón de fondo de una naturaleza radiante, de intensos colores. La propia muchacha, sin embargo, está trazada en colores opacos, ocre y gris. Estos son los colores de su vestido, de su rostro y de sus manos. El artista ha omitido los cordones y trenzas ornamentales de vívidos colores, típicos de los trajes tradicionales femeninos de esa región de Bulgaria. El espectador queda impactado por el contraste, a primera vista extraño, entre la chica, a la que el artista dibuja como si fuera un espíritu transparente, y los intensos colores de las manzanas maduras y las flores rojas. La respuesta está escondida en el nefasto destino personal de Dafina. Cuando el artista pintaba su lienzo, la chica estaba enferma de tuberculosis, una temible enfermedad a comienzos del siglo XX, un auténtico flagelo para la población campesina del país. Debido al hambre crónica, la malnutrición y la falta de atención médica, la tuberculosis segaba a centenares de búlgaros en aquel entonces. Poco después de terminado el cuadro, la joven muere. Dafina procedía de una familia pobre y sus padres no tenían siquiera una foto de su querida hija.
No hace mucho llegaba a la galería de Kyustendil un retrato más pequeño de la misma chica que el artista había pintado como regalo para los padres. Y si uno se acerca y se fija en los ojos de la famosa imagen de Vladimir Dimitrov “El Maestro” verá reflejadas en sus pupilas manzanas rojas con pequeñas hojas de verde oscuro. Como si en la mirada de la muchacha que se está extinguiendo como una vela, permanece su anhelo de seguir viviendo y poder admirar la naturaleza. ¿Y no estará reflejado en estos ojos un mundo más ideal, en el que crece también el Árbol de la vida? Son preguntas que quizás nos formula el artista. Lamentablemente, hoy con esta vida presurosa y dinámica que llevamos, casi no nos damos cuenta, ni nos fijamos en lo que tenemos, en lo que nos rodea. Pero es que allí, en la naturaleza, en las tradiciones, en lo heredado de nuestros grandes pensadores, donde se esconden las cosas importantes. Solo debemos saber identificarlas e interpretarlas, para poder transmitirlas a los demás, a las futuras generaciones“.
Hoy es más importante que nunca fijarnos en los lienzos de Vladimir Dimitrov “El Maestro” cuyo tema central es el Hombre. Pero no el hombre que tiene poder y riqueza, sino el hombre humilde, honesto y trabajador que parece estar desapareciendo con todos sus valores ya desde principios del siglo pasado. El gran maestro búlgaro del pincel ha sabido captar precisamente este espíritu y ha intentado conservarlo a través de sus geniales cuadros.
Versión en español de Katia Dimánova
Fotos: @ArtGalleryVladimirDimitrovTheMaster, archivo personal
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