Actualmente 35 países del mundo entero, Bulgaria incluida, están diseñando un Sol artificial en la Tierra. No se trata de un inmenso globo que irradie calor, sino de un intento por conseguir una fusión nuclear sostenible a fin de generar energía eléctrica en cantidades ilimitadas. El proyecto lleva por nombre ITER- International Thermonuclear Experimental Reactor, (en español Reactor Termonuclear Experimental Internacional). Las siglas significan viaje o camino en latín, y su comienzo se remonta al año 2007. Intervienen en el proyecto países de la UE, Rusia, China, India, Japón, EE. UU. y Corea del Sur. Según el Prof. Bernard Bigot, dirigente del proyecto, ITER encarna la ambición de físicos e ingenieros en reproducir la generación de energía en la misma forma en que ocurre en el Sol, es decir, lograr una fusión nuclear gobernable.
Se trata de una de las iniciativas más ambiciosas en el terreno de la energía a nivel mundial, puesto que la fusión nuclear no se produce en la Tierra en condiciones naturales. Actualmente en el marco de este proyecto se está construyendo una instalación de avanzada tecnología sobre un área de 180 hectáreas en Cadarache, Francia, donde ya funciona un importante centro de fomento de las tecnologías nucleares.
La puesta en explotación del reactor que ahora se está construyendo se ha previsto para finales del 2025, pero el mismo seguirá siendo una parte de la labor científica y exploratoria en el proyecto. Todos los resultados de las investigaciones se emplearán luego en las obras de construcción y utilización de un reactor de demostración, capaz de generar energía efectivamente. Según lo planeado, esto podría ocurrir hacia el año 2024.
ITER representa el camino de la humanidad hacia la creación de nuevas fuentes de energía verdes, que en el futuro podrían utilizarse como inagotables en la Tierra y el Espacio”, comenta el Prof. Dimitar Tonev, subdirector del Instituto de Estudios Nucleares y Energía Nuclear, adscrito a la Academia de Ciencias de Bulgaria.
Hasta ahora ya suman 4 los científicos búlgaros que trabajan en el proyecto. Forma parte de ellos, ya desde el mismo comienzo de la creación del ITER, la ingeniera doctora Anna Éncheva, que preside el equipo encargado de los imanes, o bobinas conductoras de cobre, que se encuentran en el propio reactor. La ingeniera asegura tajante que el futuro reactor será seguro al 100% y que no tendrá nada que ver con el modelo obsoleto de plantas nucleares que la humanidad conoce.
“Para la opinión pública, cualquier cosa que guarde relación con la energía nuclear, independientemente de la forma en que se asocie a ésta, acaba siendo preocupante. Sin embargo, lo que el ITER representa no tiene nada que ver con las plantas nucleares convencionales, cuyo funcionamiento se basa en la fusión del núcleo atómico, a raíz de lo cual se desprende gran cantidad de energía en la que se produce una reacción en cadena difícil de controlar. Por lo demás, la radiactividad desprendida con este modelo obsoleto es muy elevada si se producen fallos eventuales, y esto ya lo hemos visto en los accidentes de Chernobyl y Fukushima. En nuestro caso se produce una radioactividad muy baja, fruto de la gran complejidad en el mantenimiento del propio proceso. El proceso de fusión en nuestras elaboraciones se verifica en medio de una temperatura elevadísima, unas diez veces superior a la que se registra en el núcleo del Sol, o sea, de unos 150 millones de grados. Esto ocurre asimismo debido a la existencia de una determinada fuerza magnética alimentada por grandes bobinas imantadas, así como también de la presencia de determinada densidad de la materia que se encuentra dentro, llamada plasma. Si alguno de estos componentes no se ajusta a la norma indispensable, la reacción simplemente se desintegra, sin que se produzca contaminación radiactiva alguna ni un desastre de las dimensiones que nuestra historia conoce”, resume Anna Éncheva.
Adaptado por Vésela Krásteva a base de una entrevista de Bozhidar Yanev
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: ITER Organization, inrne.bas.bg
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