La sensación de éxito, independientemente de dónde se encuentre radicado uno, proviene del respaldo y la comunicación con la gente, entre amigos y colegas, pero también depende de dar con el lugar adecuado para trabajar y sentirse en plenitud y satisfecho con lo logrado. Al quedar reunidas todas estas condiciones uno ya se podrá autoconsiderar como persona de éxito sin que importe la porción del mundo en que esté viviendo.
Así, el éxito para una chica de Eslovaquia llegó con vivir en Bulgaria. Se llama Tatiana Rehmova y en Bulgaria se siente como en casa, encuentra este país muy hermoso, y considera a los búlgaros gente cordial y amistosa con los extranjeros. Está enamorada del mar búlgaro que, a su juicio, es lo que más atrae a las personas como ella, que se ha criado “sin mar”. Nació en una pequeña localidad serrana del norte de Eslovaquia. Tras concluir los estudios preuniversitarios en su patria comenzó a cursar estudios de profesora de escuela, pero su sueño era llegar a ser traductora intérprete de lenguas extranjeras. Fue precisamente este sueño el que le llevó a viajar a Gran Bretaña para perfeccionar su inglés.
“Al mes de estar allá ya me sentía muy a gusto en ese país y decidí quedarme para estudiar Relaciones Públicas y Comunicación −cuenta Tatiana−. En Reino Unido conocí a quien sería mi amigo, Stanislav, de Bulgaria. Tratando con él me fui interesando por Bulgaria, porque él decía siempre que después de obtener su diploma volvería allí. Mientras vivíamos en Reino Unido nos reuníamos frecuentemente con otros búlgaros. Ellos intentaban hablar en inglés para que yo les entendiera, pero luego se distendían y comenzaban a hablar exclusivamente en búlgaro. Así, poco a poco fui aprendiendo este idioma. Pasé unos buenos años en Gran Bretaña, pero en aquel país ni la gente ni la naturaleza llegaron a gustarme tanto como luego me gustarían Bulgaria y sus habitantes”.
Cuando Satnislav y ella llegaron a Bulgaria, Tatiana se puso a trabajar en una campañía búlgara emergente en Sofía. Trabajaba básicamente con extranjeros y no tenía necesidad de hacer uso de la lengua búlgara. Comenzó a estudiar las reglas principales de la gramática y la ortografía del búlgaro dos años después, cuando pasó a formar parte de una ONG. En el estudio la ayudaba Stanislav, y así Tatiana consiguió una buena preparación, prescindiendo de cursos y clases de lengua búlgara.
“La vida en Sofía es interesante, siempre hay diversos eventos −opina Tatiana−. Me siento estupendamente acá, me alegro de haber podido encontrar un entorno de auténticos amigos, algo que nunca hubiera podido conseguir en Reino Unido. Todos mis familiares están en Eslovaquia y me agrada retornar frecuentemente allá, pero actualmente ni me imagino que pueda vivir ahí. Lo que siento es que mi lugar está aquí, en Bulgaria. Lo que más me gusta de este país es el mar, un mar que me mueve a sentirme feliz y serena, me carga de energía cuando estoy en la costa. También me agradan muchísimo los búlgaros. Antes de asentarnos a vivir aquí ya veía y comprobaba lo buenos que eran los amigos que Stanislav tenía en Bulgaria. Los búlgaros son parecidos a los eslovacos y por ello, cuando empecé a vivir en Sofía, no experimenté ninguna conmoción cultural. Las personas con las que me cruzo son siempre muy cordiales, activas y ambiciosas”.
Tatiana consiguió rodearse de buena gente también en Bulgaria. “No quiero salir del entorno de esas personas tan estupendas”, dice ella. Existen, desde luego, otras muchas razones por las que Bulgaria le agrada y es su país preferido. Señala como tales la naturaleza, las altas cimas de las montañas, las fuentes de aguas termales, las riquezas naturales.
“Debo decir que yo incluso fui más insistente que Stanislav en que retornáramos a Bulgaria −comenta Tatiana−. Tuvimos un período en que vacilábamos entre Sofía y Viena, ya que ésta se encuentra más próxima a Eslovaquia, pero a la postre fue mi elección la que pudo más. Dentro de pocos días vamos a viajar a Sozópol, que es mi ciudad costera búlgara del mar Negro predilecta. De los centros de montaña me gustan Bórovets y Bansko a los que vamos en invierno para esquiar. También me agradan mucho localidades como Kováchevitsa y Bozhentsi, Tryavna y Kalófer. Dondequiera que vamos siempre paseamos en medio de la naturaleza. Me he fijado en que a los búlgaros les gustan mucho sus montañas y las respetan, y este cariño y respeto también me lo han transmitido a mí. Todas las personas con las que me topo a diario son gente risueña. Es posible que yo también atraiga a personas así, pero no he encontrado hasta ahora a ninguna persona huraña ni malhumorada en Bulgaria”.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: archivo personal
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