Hoy los cristianos se felicitan con el saludo “Cristo ha resucitado”, llevando en sus corazones el regocijo por haberles señalado el Redentor, con su sacrificio, el camino a la vida eterna. El sufrimiento transformado en esperanza acaba triunfando incluso frente la muerte.
“Llegó nuestro Dios a esta Tierra para convertirnos en hijos suyos”, dice, citando las palabras de san Ireneo de Lyon, el padre Ánguel Ánguelov, del templo de Santa Sofía, de la capital búlgara. A través del sacramento de la Sagrada Resurrección, Dios ensalza la naturaleza humana y le otorga lo que poseyera en el principio mismo: la eternidad.
”Ya en la filosofía de la Antigüedad se Manifestó con nitidez la fe del ser humano en la eternidad de su alma –enfatiza el padre Ánguelov–. La Resurrección que prepara a la Humanidad para esta eternidad se produjo con el propio Dios, Jesucristo. Incluso hoy, tantísimos años después de la Resurrección, nos cuesta asumir que este acto no se refiere exclusivamente a cargar el alma de eternidad sino que tiene un efecto global, hasta en la parte material de los humanos”.
Hay personas que ya en sus años de juventud perciben el clamor de la eternidad. Hay, sin embargo, también otras que se encaminan a la inmortalidad apenas cuando acaban teniendo certeza de lo efímero de todo en este mundo. El padre Ánguel Anguelov considera que lo importante es que antes o después los humanos lleguemos a entender la esencia de la Resurrección, de la auténtica fe que nos prodiga Jesucristo. Si no tememos las cuitas en nuestro camino y mantenemos un vínculo recio y pulcro con Dios, seremos agraciados por Su benignidad.
”La prueba a que uno se ve sometido no hay que considerarla jamás como un castigo –dice el padre– . No hay que pensar en Dios como si fuera el juez que no cesa de castigarnos por cuanto hayamos hecho en este mundo. Este amor inmenso no puede castigar. Hay, empero, momentos en los que, empeñados en zafarnos de Su tutela, por estar agraciados con nuestro libre albedrío, incurrimos en numerosos yerros. Es entonces cuando nos sobrevienen las pruebas, que, no obstante, no son castigos sino herramientas para reforzar la fe en nuestro fuero interno. Creo que cada uno de nosotros, tras sobreponerse a una prueba, adquiere una fe mucho más fuerte“.
Actualmente la humanidad está atravesando una prueba similar, que se ha manifestado en la pandemia de coronavirus.
”Debemos llegar a tener conciencia clara de lo que somos los humanos, de lo que es el mundo y de lo que hay que buscar en este mundo, puesto que, últimamente, lo material se había apoderado de todo y muy escasamente íbamos pensando en lo otro, que trasciende este mundo”, dice el padre Ánguel Ánguelov. A su juicio, la desgracia que estamos sufriendo nos sirve a todos para recobrar nuestra sobriedad, depurar nuestras mentes y podernos saciar de “esta milagrosa y maravillosa fe en Jesucristo”.
Entonces ¿nos hemos vuelto más humildes, más creyentes y más caritativos?
“Sí, no mostramos siempre nuestros lados positivos pero, creo que, en la mayoría de los casos, somos realmente gente buena –responde el sacerdote–. Es que gran número de personas, precisamente en esta época de pandemia, han hecho gala de su empatía, que se ha convertido en primordial en nuestras vidas”.
El milagro de la Resurrección ocurre cada día, en cada corazón humano, hasta el Juicio Final. Según el Apóstol Pablo, la Resurrección es la fiesta más prodigiosa de la fe en Cristo.
”Si Jesucristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe y seguiríamos arrastrando nuestros pecados –agrega el padre Ánguel Ánguelov– . No caben en esta fiesta chanzas proferidas a la ligera. Sí caben el saludo “Cristo ha resucitado”, que todo cristiano dirige a sus congéneres, y la respuesta que recibe: ”Verdaderamente ha resucitado”. Esto dota de sentido nuestra entera vida terrenal, porque nuestro Dios ha aceptado voluntariamente la muerte y, en el absurdo del Dios muerto, ha ensalzado la naturaleza humana y la ha agraciado con eternidad”.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: BGNES
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