Pese a haber transcurrido más de un siglo desde su aparición, la famosa tarta Garash sigue invariablemente presente en los escaparates de las pastelerías búlgaras. Lamentablemente, escasas son las personas que saben quién fue Kosta Garash, su “progenitor”, quien insuflara vida a su feliz ocurrencia precisamente en Bulgaria.
En los primeros años posteriores a la Liberación de Bulgaria del dominio otomano en 1878, un austro−húngaro joven llegaba a Ruse con la ambición de aplicar con envergadura lo que había aprendido en la escuela de pastelería de Viena. Entre las paredes del aristocrático Hotel Islah−Hané crearía una obra maestra, cuyo sabor saturado pero refinado siempre provocaría el retorno a Bulgaria por medio de las emociones y los recuerdos de testas coronadas, ciudadanos de la élite y personalidades del mundo artístico.
Kosta Garash eligió el lugar óptimo para desplegar su talento: Ruse, la ciudad a orillas de Danubio, que había traído a Bulgaria lo de máxima calidad de las tradiciones y el espíritu europeos, y el hotel más elitista, el único hotel búlgaro recogido en los catálogos de la época.
”Ofreció una oportunidad favorable para el desarrollo de Ruse el hecho de que en 1864 la villa pasara a ser centro administrativo de una extensa región que abarcaba toda la porción septentrional de Bulgaria −señala la historiadora Veselina Antónova−. Fue entonces cuando ocurrieron numerosos cambios en la urbanización de la ciudad y ésta fue cobrando una apariencia europea, distinguiéndose bastante del resto de localidades en el Imperio Otomano. Al mismo tiempo, los habitantes de Ruse fueron rápidamente prosperando, hacían viajes frecuentes a Occidente y, de regreso, traían lujo, costumbres, modales, moda, vajillas. En casi cada casa había un piano, un violín u otro instrumento musical, los conciertos caseros se hicieron muy populares e iban enriqueciendo la cultura general de la ciudad. Todo ello atraía a especialistas europeos, entre los que estuvo también la familia Garash”.
El hotel alquilado por la familia, amueblado conforme las tendencias en boga de la época, con arañas de cristal que colgaban del techo, ofrecía a los huéspedes de la élite lujo, diversiones sofisticadas, platos y bebidas excelsos y patio de flores que daba al río Danubio. Fue precisamente el Hotel Islah−Hané donde el joven príncipe Alejandro de Battenberg recibiera al rey Óscar II de Suecia, al rey serbio Milan I Obrenovic y el rey rumano Carol I y frecuentaba a menudo los bailes ya consagrados en aquel recinto.
“La tarta Garash fue concebida para los huéspedes a los que Alejandro de Battenberg recibía en Ruse −prosigue Veselina Antónova− . El Príncipe recién elegido pisó por primera vez la tierra de Bulgaria precisamente en Ruse y los habitantes de la ciudad organizaron en su honor el mejor baile de salón posible. Se rumoreaba que en éste el príncipe tuvo por pareja en los bailes a Ekaterina Karavélova, futura esposa del primer ministro Petko Karavelov. Ella, una joven y bella maestra de escuela, llegó a Ruse procedente de Rusia, país en que había terminado estudios y, como intérprete del príncipe lo introdujo en los círculos búlgaros”.
Pese a que el creador de la tarta Garash llegara a Bulgaria procedente de las tierras de Austria−Hungría, se apoyó en su receta en los gustos y productos búlgaros. Elaboró las capas de la tarta de nueces recogidas de los nogales que crecían a orillas del río, hizo uso de huevos y azúcar y, para el relleno y el glaseado empleo butter (mantequilla) y chocolate negro.
En 1894 Kosta Garash, con 35 años, se casó con una ciudadana serbia llamada Elena y pocos años después se radicó en Sofía, comenzando a trabajar en el Gran Hotel de Johann Palah, que tenía su pastelería de elevadísima categoría. En 1912 su esposa falleció y, cinco años más tarde, también Kosta Garash dejaba este mundo. En vida, ambos habían dejado patente su deseo de recibir sepultura en la ciudad en que se había iniciado su relación amorosa.
Los habitantes de Ruse, además de la receta de la tarta Garash, le deben a su creador el haber aprendido palabras como “butter”, ”strudel” y ”bollo vienés”, que pasarían a ser parte integrante de su vocabulario ya en el siglo XIX.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: archivo, bulgarianhistory.org, Museo Regional de Historia de Ruse
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