La galería de Arte Nacional de Sofía ha rescatado del olvido muestras de la creatividad de otro artista búlgaro más, cuyas huellas se habían ido difuminando en los recuerdos de sus contemporáneos de la primera mitad del siglo pasado. La exposición titulada Pencho Gueorguíev: entre el teatro y la vida resucita rostros de personas a las que la vida había asignado papeles distintos y, al mismo tiempo, sumerge a quien la visite en las vivencias escénicas imaginarias de los actores, a través de decorados y trajes innovadores.
Pencho Gueorguíev vino a este mundo junto con la llegada del nuevo siglo XX, que marcaría su infancia con un hecho dramático: su padre perdería la vida en los combates por Edirne en las Guerras Balcánicas. Su madre, pese a la gran tragedia para la familia, consiguió criar a sus tres hijos, cada uno de los cuales cursó y concluyó estudios universitarios.
Al término de la Primera Guerra mundial, Pencho, el mayor de los tres, dotado de talento artístico, abandonó Vratsa, su ciudad natal, para perfeccionar y pulir sus dotes en la Academia de Bellas Artes, y en el año 1928, tras ganar unas oposiciones convocadas por el entonces Ministerio de la Ilustración, viajó a París:
”Quizás allá, en la Meca del Arte, Pencho Gueorguíev, conseguiría adquirir una apariencia europea, ver y observar los procesos, fijarse en las cosas de la modernidad que se producían en París y lograr imbuirse de aquel arte −dice Stanislava Nikólova, curadora de la exposición− . Se matriculó en la Escuela de Artes Aplicadas, se familiarizó con el grabado y se apasionó por la escenografía y el arte teatral. Existe información de que incluso consiguió intervenir en varias soluciones escenográficas. De modo que a la capital francesa correspondió un lugar de suma importancia para la evolución de Pencho Gueorguíev como artista maduro y cabal. A su regreso a Bulgaria en 1932, se afilió a la Sociedad de Pintores Nuevos y, por medio de su visión más modernista y una temática un tanto distinta a la convencional, fue participando a plenitud en la vida artística”.
Mientras residía y trabajaba en París, Pencho Gueorguíev escrutaba los rostros de personas pobres y oprimidas, creando las imágenes vivaces de músicos callejeros, bailarinas de cabaret, floristas, obreros, indigentes que dormían bajo los puentes del Sena. Trabó en la capital francesa amistad con el compositor búlgaro Lubomir Pipkov, al que ayudó ofreciéndole bocetos para su ópera Los nueve hermanos de Yana y posteriormente llegó a ser escenógrafo de ésta en el Teatro Nacional de Sofía. Su trayectoria artística cruzó por dos etapas. La primera le vinculaba a lo patrio: los iconos, la madre, la aldea, la muerte. En la segunda, por medio del entorno urbano, su mirada se orientó y fijó en el hombre humilde, la maternidad, el trabajo.
La muestra incorpora trabajos de los estudios del artista con las efigies de san Juan de Rila Taumaturgo, varias obras clave, entre ellas “Día de los Muertos” del año 1929, como también sus obras de los años 30: ”Los obreros”, “Los armonicistas”, “Mujer pobre del barrio”, “El acordeonista”, ”Vendedores”. Al observar los lienzos el espectador podrá captar las distinciones entre los dos períodos. En la etapa de los años 20 el protagonista había sido el hombre del campo, mientras en los años 30 ya lo sería el obrero de la ciudad.
A pesar de haber ido acumulando un copioso fondo en el arte pictórico, es en el teatro donde Pencho Gueorguíev ha dejado revelado su talento a plenitud. Creó los decorados y los trajes escénicos para más de una veintena de puestas en escena del Teatro Nacional y diseñó más de cuarenta en el teatro de la ciudad de Ruse.
”Pencho Gueorguíev orientó sus esfuerzos en crear una mayor condicionalidad en el decorado teatral −dice Stanislava Nikólova− . Trajo desde París la variante más liviana y especializada del escenario dando libertad plena a los actores para su manifestación individual y su talento. Sus decorados eran extraordinariamente livianos y compactos, transportables con gran rapidez”.
Pencho Gueorguíev abandonó este mundo a la edad de apenas 40 años, al caerse en el pozo de un ascensor en el Teatro Nacional mientras iba preparando un decorado teatral. Dejó un legado de casi 400 obras, la mayoría de las cuales andan dispersas en colecciones particulares. La galería ha logrado localizar y rescatar 150 de ellas pata resucitar la imagen de un artista que, literalmente, había sacrificado su vida por el arte.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: Galería de Arte de Sofía, archivo
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