Podcast en español
Tamano del texto
Radio Nacional de Bulgaria © 2024 Todos los derechos reservados

Espina de rosa, diablos noctámbulos y amuletos

O cómo los búlgaros se han protegido de las epidemias a lo largo de los siglos

Foto: archivo

Es vieja, despeinada y fea. En suma, una mujer malvada. Recorre pueblos y ciudades acompañada de un niño mugriento y sujeta en sus manos una agenda en la que hay un lista larga de nombres de humanos a los que habrá de dar muerte. Aquella mujer es la Muerte Negra, la calamidad más grande en las tierras búlgaras, que segara la vida de millones de personas. La gente se sentía impotente ante la peste. Para que se apiadara de ellos, solían dejar en los confines del pueblo una hogaza untada de miel, vino, agua e incluso un peine para que se lavaran ella y el niño y luego ella se peinara y se echara unos tragos de vino para atolondrarse y olvidarse de cuál era el fin de su recorrido. Era así cómo, en el pasado, nuestros ancestros intentaban “curarse” de infecciones.

Una pintura del siglo XV que refleja cómo se trataba a las víctimas de la plaga

Los enfermos de viruela, a su vez, luchaban con esta dolencia procurando domar a la Abuela Viruela. La “abuela”, que tenía gran debilidad por infectar a los niños de corta edad, también se pirraba por las hogazas de pan untadas de miel y por el vino, pero era asimismo muy celosa en cuanto a la pulcritud. Los búlgaros además solían protegerse contra los contagios llevando amuletos con inscripciones en glagolítico y cirílico. Los arqueólogos se han topado con amuletos de los siglos IX y X que lucían dibujos o simples textos en forma de oración o conjuro.

El triunfo de la muerte, Pieter Brueghel el Viejo, 1562

Pero a medida que con el paso del tiempo el saber fue evolucionando, las supersticiones fueron retrocediendo ante los primeros ensayos científicos que se proponían frenar la propagación de las enfermedades contagiosas. Durante el yugo otomano, las autoridades comenzaron a someter a cuarentena aldeas enteras y a confinar a los enfermos. Se fueron creando centros de crisis epidemiológicos, así como unidades similares a las inspectorías sanitarias regionales de la época moderna. ”Los galenos otomanos insistían en el uso de mascarillas: un trozo cuadrado de tela de lino que se ponía en la cara, y la gente que no las llevaba era multada por inspectores sanitarios”, asegura el historiador Rumen Ivanov.

Libro de medicina sobre el tratamiento de la peste (1508) utilizado por los médicos otomanos en tierras búlgaras

En testimonios escritos se señala que en tiempos de epidemia las autoridades de la ciudad de Plovdiv mandaron rociar las calles de la villa con agua de rosas, líquido considerado sagrado por haber sido la rosa la flor predilecta del profeta Mahoma. Los búlgaros, en cambio, se protegían de las infecciones al fumigar los aposentos de sus hogares con hierbas medicinales. A tal efecto se usaba a menudo hipérico. Hay que mencionar asimismo otro detalle interesante: la primera vacuna antivariólica de la historia fue estrenada en las tierras búlgaras.

”Como la viruela también es dolencia padecida por el ganado vacuno, la gente recogía, valiéndose de una espina de rosa, muestras del virus de los granos que cubrían la piel de las reses enfermas y se la inoculaban a los humanos. Era así como se protegían contra la viruela –explica Rumen Ivanov– . Fueron muchos los viajeros que llegaron a describir aquella peculiar vacunación difundida en todo el Imperio Otomano y sobre todo en las tierras búlgaras y en Anatolia. No fue hasta el siglo XVII cuando esta práctica se comenzó a aplicar en Europa Occidental”.


A pesar de los hitos indiscutibles de la medicina a la sazón, en esferas como la cirugía del cerebro o la oftalmología, las autoridades intentaban controlar las epidemias emitiendo ordenanzas extrañas como, por ejemplo:

”Lo que consta en los documentos otomanos sobre esas epidemias es que el hombre y la mujer no habrán de mantener contacto íntimo si se encuentren contagiados, ya que el hijo que vayan a concebir nacerá con malformaciones. Además, la persona que hubiera contraído la peste no debería consumir productos lácteos, ya que tal consumo agudizaría los síntomas de la enfermedad. Algunos médicos recomendaban no salir de casa en horas de la noche, puesto que la mayoría de las enfermedades se asociaban al diablo, a quien le gustaba vagar por la noche y era capaz de poseer al ser humano. Las autoridades otomanas llegaron incluso a emitir bandos y ordenanzas de no salir de casa después de anochecer porque en tales salidas se propagaba el contagio”.

Versión en español por Mijail Mijailov

Fotos: proporcionadas por Rumen Ivanov y archivo


Последвайте ни и в Google News Showcase, за да научите най-важното от деня!

Más de la sección

El monasterio de Palígodén preserva el legado de San Pablo Apóstol

Después de la gran fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen María, la Natividad de la Madre de Dios es objeto de especial veneración en Bulgaria. La Iglesia búlgara celebra esta festividad el 8 de septiembre, junto con la Iglesia Ortodoxa Griega. El..

Publicado el 08/09/24 07:00

Vasijas con bellos grabados e ídolos de fina elaboración: el túmulo Kozareva Mogila revela sus secretos

Los hallazgos de las excavaciones arqueológicas del túmulo Kozareva Mogila, una población que data del V milenio a.C., causaron sensación en 2014, cuando fueron presentados por primera vez al público. Entre los exquisitos objetos hallados destacan..

Publicado el 07/09/24 08:30
Prof. Iván Ilchev

La grandeza de la Unificación y las consecuencias del síndrome de la Unificación

El 6 de septiembre de 1885 Bulgaria volvió a convertirse en un Estado unido. En una entrevista para Radio Bulgaria el profesor Iván Ilchev, de la Universidad de Sofía san Clemente de Ohrid, cuenta de los factores que comdijeron a la Unificación,..

Publicado el 06/09/24 07:20