Mantener durante 70 años un negocio familiar en el sector alimenticio es un verdadero logro. La búsqueda de ganancias, a expensas de la calidad, ha hecho fallar incluso a los empresarios más exitosos. Acostumbrados al sabor de un alimento, los clientes dejar de consumirlo cuando notan un cambio en la composición de los productos usados para prepararlo. Es por eso que para la familia Levi, inmigrantes israelíes de Bulgaria, el secreto del éxito reside en la observancia de las tradiciones. Así se han granjeado la fidelidad de sus clientes, que no vacilan en recorrer varios kilómetros de distancia para saborear sus delicias favoritas.
Hasta hoy en día, la mahalabia de Yosi Levi es idéntica a la de sus antepasados. Durante siete décadas, su taller sigue en el mismo sitio en el “bazar búlgaro”en Jaffa. Su especialidad es conocida como “el Rolls−Royce de la mahalabia” en Israel.
“Al principio, este postre se preparaba en casa −cuenta Yosi− . Yo todavía no había nacido. En un carro de tres ruedas transportaban las mahalabias y el arroz con leche ya preparadas, que colocaban en barreños llenos de hielo. Ya iba al colegio cuando se nos permitió montar una pequeña tiendecilla y vender mahalabias en el patio de uno de los hospitales locales. El trabajo en esta tiendecilla no paraba nunca, ni de día, ni de noche”.
Para muchos clientes, visitar el taller y comprar mahalabia u otros dulces caseros es cuestión de rito familiar.
“Conozco cuatro generaciones de clientes nuestros. Venían antes y después de los partidos del Maccabi Jaffa, antes y después de los conciertos −porque Jaffa era el centro de la vida cultural de los búlgaros en Israel y tenía sus institutos culturales y estrellas. Todo esto ya no existe. La gente sabía que por la mañana, de camino al trabajo o de regreso a casa, siempre podían comerse una mahalabia”.
El padre de Yosi abandonó este mundo a los 60 años a consecuencia de un cáncer. Quería darle buena formación a su hijo. ya que éste era un excelente alumno y tenía un futuro muy prometedor, pero el destino le deparó otra cosa.
“Fui a reemplazarlo en la tienda por un tiempo,y me quedé para toda la vida −recuerda Yosi− . Luego, una pequeña tienda cerca de la nuestro quebró y la dueña nos la vendió. Trasladamos allí nuestro taller de dulces y la tienda, pero comenzaron las obras de construcción del metro. Como no había muchos clientes, le dejé la tienda a mi hija. Alquilamos un recinto cerca del estadio Bloomfield y el negocio comenzó a florecer. A causa de la pandemia, nos prohibieron trabajar entre las 10 p.m. y las 6 a.m. A pesar de las restricciones, vienen clientes de todo el país”.
El secreto del éxito de la mahalabia reside en los productos naturales, sin el uso de conservantes.
“En los restaurantes espolvorean la mahalabia con virutas de coco o pistachos para eliminar el olor de conservantes −dice Yosi− . Nosotros no necesitamos aditivos. No tenemos nada que disimular. Usamos almidón, leche, jarabe rojo y agua de rosas. También tenemos una variante sin leche. Nuestra popularidad la debemos también a los clientes habituales, estrellas del deporte y la música pop. Sus fans nos visitan, porque aquí pueden tomarse una foto con ellos. Pero sobre todo vienen por la mahalabia, que en Bulgaria lamentablemente ya brilla por su ausencia”.
Versión en español de Hristina Táseva
Fotos: Pixabay, archivo
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