El pueblo búlgaro tiene cuatro protectores celestiales, cuatro venerables padres, que llevaron una vida ascética y marcaron la vida espiritual de la nación. A lo largo de los siglos, el pueblo búlgaro ha ido guardando celosamente sus reliquias y venerando su memoria. Son ellos san Juan de Rila, Prohor de Pcinja, Gabriel de Lesnovo y el venerable Joaquín de Osogovo. La memoria de éste último ensalzamos el 16 de agosto, el día de su óbito a principios del siglo XII.
Se desconoce el lugar dónde nació Joaquín. Vivió en el siglo XI, cuando Bulgaria estaba bajo el dominio bizantino. La montaña de Osogovo se eleva al suroeste de la ciudad de Kyustendil (sudoeste de Bulgaria) marcando la frontera entre este país y Serbia, y el lugar donde se encontraba el retiro del venerable Joaquín hoy en día cae en territorio serbio.
Cierta vez, cuando iba peregrinando por tierras extrañas, Joaquín entró a rezar en la capilla de la casa de un boyardo local de la aldea de Gradets. El noble le enseñó una gruta cercana donde hospedarse. Fue en ella donde Joaquín pasó el resto de su vida en estricto ayuno y oración contemplativa y con su bendición ayudó a quienes iban a visitarlo.
Cincuenta años después de la muerte de Joaquín de Osogovo, llegó a los lares donde éste había pasado su vida un sacerdote que se estableció allí como monje. El venerable Joaquín se le apareció en sueños, pidiéndole desenterrar sus reliquias incorruptibles. Así lo hizo el sacerdote y en el lugar construyó un monasterio con un templo que lleva el nombre del Justo. Las santas reliquias del venerable Joaquín se encuentran aún hoy en día en este monasterio y a ellas se atribuyen una multitud de milagros. Más de una vez protegió el patrón celestial la propiedad de su cenobio de los ataques y la destrucción.
Fotos: pravoslavieto.com, archivo
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