“No dejo de trabajar y de pensar en Bulgaria, ya que me dedico al transporte en autobús y cada día estoy en contacto con decenas de búlgaros que viajan entre la República Checa y Bulgaria. Cada día llega a Chequia gente desesperada por la vida que lleva en la patria. Dejan a sus familiares, hijos y padres y toman rumbo a un país que no es el suyo para materializar su afán de vivir mejor. Son muy pocos quienes llegan de excursión”, así comienza el relato de un búlgaro que abandonó la patria hace 31 años.
Krasimir Bachev se radicó en Praga incluso antes del inicio de los cambios democráticos en Bulgaria y fundó una empresa de transporte en autobús. En aquel entonces no había billetes de avión disponibles y el viaje de nuestros compatriotas a España, Alemania y los países escandinavos se realizaba principalmente a través de la República Checa. Así, a principios de la década de 1990, Krasimir se convirtió en la persona que acogía a los búlgaros que llegaban a suelo checo conociendo de primera mano sus motivos de emigrar. Recuerda que la mayoría de ellos decidía trasladarse presionada por la penuria económica y la imposibilidad de encontrar trabajo en su ciudad natal.
El número de búlgaros en la República Checa no dejaba de crecer. Una prueba de ello es la escuela búlgara en Praga. Poco antes de cerrar sus puertas a causa de la pandemia, no había suficientes aulas para todos los niños búlgaros que querían visitarla. “Los niños abandonan el país junto con sus padres, y esta es una mejor opción que dejarlos a los cuidados de abuelos o de familiares más lejanos −comenta Krasimir− .
Es cierto que hay fallos en la comunicación con el Estado; es el principal problema para los búlgaros en el extranjero. En el pasado, el Estado lo gobernaba todo y el control era organizado y sincronizado. Ahora me topo con una completa incomprensión de los problemas de los búlgaros. Los demás países respaldan a sus minorías en el exterior, subvencionan sus iniciativas y hacen todo lo posible para mantener su lobby en el extranjero, pero en nuestro caso no es así. Todos saben que los búlgaros que trabajan en el extranjero no dejan de ayudar con medios financieros a sus familiares en Bulgaria. Diariamente se envían cientos de miles de coronas desde la República Checa a la patria.
Durante el socialismo había en la República Checa dos grupos de búlgaros: estudiantes de intercambio entre Bulgaria y Chequia y trabajadores que se dedicaban principalmente al cultivo de hortalizas. A estos últimos en la República Checa se les llama “los horticultores búlgaros”. Enseñaron a los checos a cultivar los huertos, trajeron nuevas especies de hortalizas y gozaban de gran estima. La gente solía decir: “Trabaja como un búlgaro”, lo que significaba que esa persona lo haría todo para cumplir bien con su trabajo.
Hace unos 30 años, un gran número de gente llegaba a Chequia para trabajar en el sector de la construcción. Había una gran demanda de tales trabajadores. Ahora los búlgaros volvemos a ser demandados, pero si antes bastaba con querer trabajar, ahora lo que se busca ese mano de obra cualificada”.
A juicio de Krasimir Bachev, es una gran deficiencia la falta de comunicación interestatal con respecto al tema del personal, cosa que era una prioridad antes de los cambios ocurridos en 1989. “Por un lado, se dice que debería haber más producción e inversión, pero por otro lado, todo está abandonado y los búlgaros expatriados en la República Checa se quedan a su suerte”, concluye Krasimir Bachev.
Versión en español por Hristina Táseva
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