La ciudad de Elena, emplazada en la porción central de la Cordillera del Balkán, es atractiva para los visitantes no sólo por las oportunidades para turismo ecológico y cultural que ofrece, sino también por sus tentadoras especialidades culinarias.
La población cuenta su historia centenaria mediante la arquitectura, los templos y los museos, invitando a un paseo al pasado, cuando las calles empedradas estaban iluminadas por farolas a petróleo.
Durante el Renacimiento Nacional Búlgaro (siglos XVIII a XIX), la villa se convirtió en uno de los primordiales centros educativos, comerciales y artesanales del país, y sus habitantes participaban en todos los acontecimientos históricos de importancia nacional. Además, se le solía llamar a la sazón el Belén búlgaro debido a sus tres iglesias.
Una de las leyendas relacionadas con la fundación de la ciudad cuenta la trágica historia de dos enamorados, Elena y Samuil, que estaban celebrando su casamiento en el lugar donde más tarde se construiría la ciudad cuando la boda fue atacada por bandoleros. Como no pudo encontrar el camino al corazón de la novia, el secuestrador la asesinó. Su amado fue muerto a puñaladas en la localidad a la que años más tarde llamarían en su honor Samuílets. Abrumados por el dolor, los padres de la joven se establecieron donde su hija perdió la vida y fundaron la población, que aún hoy en día lleva el nombre de Elena.
Más información sobre esa pequeña ciudad de espíritu renacentista y paraíso terrenal, escondido en medio de los rincones recónditos de la sierra, pueden encontrar en el artículo titulado “Los tesoros turísticos de Elena”.
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