La crisis generada por el coronavirus ha abocado a los agricultores y los ganaderos de Bulgaria a una serie de dificultades que hacen peligrar su supervivencia. A los granjeros les resulta cada vez más difícil organizar las faenas en sus instalaciones y están sufriendo escasez de recursos financieros y déficit de mano de obra.
La Asociación Nacional Jóvenes Granjeros de Bulgaria ha alarmado en una posición sobre los problemas en el sector, enfatizando que la recuperación de la crisis probablemente llevará años y que por ello es de gran importancia la colaboración con el Estado y los empresarios.
”Lo peor es que no se pueda prever cómo exactamente serán los problemas para nosotros −dice Pétar Petrov, presidente de la Junta Directiva de la Asociación− . Por haberse alterado los flujos financieros, los granjeros, sobre todo los jóvenes, carecen de seguridad de si se colocará su producción y de cómo podrán sufragar los gastos urgentes en electricidad, agua, salarios, impuestos, seguros. Es cierto que para finales de mes se esperan unos ingresos en concepto de subsidios, pero esto no es una solución. Es que un sector no debería mantenerse con subsidios, sino que habría de ser rentable por sí mismo”.
Pétar Petrov cría en su granja en una aldea de la región de Gábrovo, en el centro de Bulgaria, vacas y ovejas para vender productos lácteos. En el período anterior a la pandemia, llegaba a colocar sus productos en cuatro tiendas, y ahora la tiene que repartir entre quince. El precio que paga es el despilfarro de tiempo. ”Me incomoda quejarme porque tengo a muchos compañeros que están en apuros aún mayores que los míos”, agrega.
La falta de trabajadores es uno de los principales desafíos que afrontan los granjeros.
”No creo que a estas alturas se puedan conseguir en Bulgaria trabajadores que deseen dedicarse a la agricultura y la ganadería −comenta tajante Pétar Petrov− . La única solución reside en importar mano de obra o bien promover la llegada de estudiantes a nuestras granjas para recibir formación, en el marco de las llamadas “escuelas verdes” y así prender en esos alumnos un interés por l profesión. Esto, sin embargo, es cuestión de una política a largo plazo que los granjeros no pueden promover de manera individual. Toca al Estado reconsiderar su visión sobre nuestro sector”.
Los bajos precios de acopio de la producción constituyen otro de los problemas a que se enfrentan los granjeros. Pétar Petrov se muestra escéptico a que sus colegas, sobre todo los fruticultores y horticultores, puedan obtener precios justos por sus frutas y hortalizas.
”No conviene que diga yo el precio que han de tener estos productos, puesto que se trata de un mecanismo mercantil. Esta situación seguirá sin cambiar mientras se permita importar frutas y legumbres sin la documentación pertinente. Es de sobra conocido por todos cómo se importa determinada producción, cómo luego es reenvasada y, después, se exporta empaquetada como búlgara. El problema es que a la gente de la que depende arreglar este problema no le interesa hacer nada al respecto, mientras el Estado mira para otro lado haciendo la vista gorda”.
Resulta que los granjeros han sido dejados al margen del esquema de apoyo estatal 60/40 por medio del cual el Estado carga con el grueso de los salarios y los seguros. También hay incertidumbre en si lo que los granjeros producen llegará a las grandes cadenas comerciales, que recientemente se vieron obligados a ofertar productos búlgaros.
”Esta medida no funcionará o bien tendrá un impacto parcial en las frutas y legumbres −opina Pétar Petrov− . Cuando uno entra en el supermercado y se compra tomates, no suele fijarse en su procedencia. En cambio, cuando pretende comprar queso sí se fija en la marca. No es posible que una semana yo tenga ahí mi producción, otra no, y luego sí, porque la lógica comercial no es así para estos productos. Tampoco me es posible que pacte contratos con las tiendas locales, pues debo surtirlas a todas o bien no hacer suministros a ninguna”.
A juicio de Pétar Petrov, la mejor ayuda que pudiera recibir el sector serían los préstamos exentos de intereses y de períodos a fondo perdido más largos. Sin embargo, no se muestra optimista de cara al porvenir del sector. ”Deberemos atenernos a la censurable tradición del “Sálvese quien pueda”, dice y augura que las ventas directas se irán incrementando y que muchas personas se pondrán a buscar productos elaborados en proximidad a sus lugares de residencia. ”Estimo que la gente comenzará a tener una postura más responsable con respecto a la comida. De momento, lo que más le importa es el precio, antes que la calidad y el tipo de la materia prima invertida en el producto”, resume Pétar Petrov.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: BGNES, namfb.com
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