La prisión social en que últimamente está encerrada nuestra vida ha puesto sobre la mesa miedos primitivos. El más fuerte de ellos es el de la muerte.
Saliendo fuera ya no vemos las vistas que conocíamos: las personas sentadas en los bancos en los parques, los visitantes de las cafeterías al aire libre, los jóvenes conduciendo sus escúteres. Además, en el aire flota una amenaza invisible con el nombre de Covid−19. Todo esto despierta nuestros miedos más primitivos, opina la psicoterapeuta Detelina Stámenova.
Desempeñaría un enorme papel la duración de la pandemia, cuánta gente se infectará y cuántas personas serán gravemente afectadas por la enfermedad −comenta la especialista− . Sin embargo, no creo que esto cause un grave alejamiento y un distanciamiento social, ya que todos nosotros podremos recuperar lo perdido con abrazos y proximidad; esperemos que esto suceda muy pronto. No olvidemos que el confinamiento en casa tiene por objetivo facilitar el trabajo del sistema sanitario y reducir el número de los fallecidos.
A juicio de Antoaneta Jrístova, del Instituto de Estudio de la Población de la Academia de Ciencias de Bulgaria, las personas tienen una idea muy clara sobre el riesgo de contagiarse con coronavirus. Para dar frente a esta situación la mayoría utiliza el llamado optimismo ingenuo, muestra un estudio de los ánimos durante la pandemia.
Por un lado, se valora el hecho de que estamos en un periodo de pandemia, pero la población piensa con la hipótesis “puedo contagiarme pero es posible que no me contagie" −dice la psicóloga− . Respecto a la ansiedad nuestra psíque muestra altos niveles de movilización y utiliza todos los mecanismos inconscientes para asumir el día a día tal y como es: diferente y con los estereotipos cambiados. Vemos que muchas de las cosas que hemos valorado en el pasado ya no nos sirven de nada y todos los cambios radicales provocan un estrés muy grande para la psique. Nosotros, sin embargo, logramos manejarla ya que estamos a principios del periodo.
Los estados de estrés tienen razones concretas. La mayor preocupación de Milena Borísova de la ciudad de Vidin, en el noroeste de Bulgaria, es cómo va a sobrevivir sin trabajar:
Me quedo sin dinero e iré al paro −expresa ella− . En mi empresa han despedido a 12 personas ya que el jefe no está de acuerdo con el sistema 60/40. Mi marido tampoco tiene trabajo y no tenemos dinero ahorrado. Es horrible.
Ivaylo Alexándrov, de la ciudad noroccidental de Lom, considera que es un optimista a pesar de que está de vacaciones forzosas. Logra hacer frente a la situación gracias a su hobby: el curtido.
Cuando uno está solo en casa y no deja de recorrer el pequeño piso comienza a sentirse deprimido −agrega− . La falta de contactos y los programas de los medios informativos amplían el cuadro. Es necesario informar, pero de un modo más moderado, porque nadie sabe cómo reaccionar en semejante situación. Esto es un golpe para el mundo entero.
En estos momentos estamos viviendo algo que puede ser calificado de melancolía, opina Detelina Stámenova. Añoramos nuestra vida tal y como era hace sólo unas semanas, ya no podemos ir adonde queremos y no podemos hacer planes. La inseguridad que experimenta la gente se debe al socavamiento de las bases de la sociedad que cambió en unos días, agrega la psicoterapeuta y aconseja que volvamos la mirada hacia el tiempo después de la gran pandemia de gripe a finales de la Primera Guerra Mundial. Le gente volvió a visitar las cafeterías a pesar de las múltiples víctimas, volvió a escribir libros y pintar cuadros. Todo esto me insufla la seguridad de que llegará la normalización, concluye ella.
Por Diana Tsankova
Versión en español de Hristina Táseva
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