La arquitectura industrial es interesante porque gracias a ella fueron introducidos los materiales y las tendencias más modernas en la construcción, por ejemplo, el amplio uso de vidrio y hormigón en la construcción de las bóvedas en grandes recintos, cuenta Vasil Makarinov de la fundación Modernismo Arquitectónico Búlgaro.
En realidad esto fue motivado por las búsquedas funcionales: para que exista un proceso de producción en la fábrica hace falta gran espacio donde colocar las instalaciones, así como una buena iluminación. Estos elementos tuvieron amplia aplicación en la arquitectura cívica entre los años 20 y 40 del siglo pasado a pesar de que sus manifestaciones se identifican en gran medida precisamente en los edificios industriales.
Lamentablemente no pasará mucho tiempo antes de que podamos apreciar la corriente del modernismo en la arquitectura industrial búlgara únicamente en las fotos hechas en la primera mitad del siglo pasado.
A finales del año pasado, por decisión de su propietario fue demolida la planta ferroviaria de la capital, un edificio excepcional del arquitecto Panayot Kalchev que constaba de excepcionales naves estructura de costillas de hormigón de acero y bellos tragaluces curvados.
Todavía está fresco el ejemplo de los almacenes de tabaco en la ciudad de Plovdiv, incendiados en 2016, cuyas valiosas estructuras internas de madera se perdieron para siempre, mientras que un mendigo fue acusado del incendio.
Muchos otros edificios en las grandes ciudades búlgaras están destruidos para siempre o están en proceso de destrucción. ¿Por qué este patrimonio arquitectónico es cada vez menos reconocido como un valor cultural?
Es un tema bastante difícil que debatir, responde Vasil Makarinov. Por un lado los registros muestran que en la arquitectura industrial no hay un gran número de edificios con estatuto de patrimonio cultural y por otro, este estatuto no siempre ayuda a conservar los edificios. Un ejemplo feo en este sentido es la casi destruida fábrica de azúcar en Sofía.
El edificio sí tiene estatuto de patrimonio cultural, pero parece que esto no importa. Tal vez una de las armas buenas para proteger el patrimonio arquitectónico es conocerlo en sentido más amplio, al margen del término jurídico “valor cultural”, sino como elementos que conservan la memoria de la historia industrial y la arquitectura del país en el respectivo periodo.
El Instituto Nacional de Bienes Inmuebles Culturales es la institución que debería vigilar por la conservación de los edificios. “Esto prácticamente no sucede”, afirma Vasil Makarinov.
Por esto junto a su correligionario Teodor Karakolev se dedica a una campaña educativa sobre el valor de los edificios cuya auténtica imagen muestra son parte del arte europeo.
Cuando un propietario se entere de que su edificio tiene gran valor en su estado auténtico, él será la última persona que tocará este edificio y adoptará medidas para conservarlo, ya que se beneficiará de ello, opina el experto en arte.
Señala como ejemplo edificios similares en Europa que fueron convertidos en espacios para el arte y alerta de que las autoridades deben adoptar medidas urgentes en el ex matadero municipal de Sofía si deseamos salvar a uno de los más vívidos ejemplos del modernismo búlgaro entre las dos guerras mundiales.
Versión al español de Hristina Taseva
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