Las grandes personalidades no sólo suscitan admiración por sus actuaciones brillantes, sino que inspiran, insuflan pasión y dan alas. Cuatro muchachos búlgaros, unidos alrededor de su capitán, en cuestión de días se convirtieron en un equipo que sale con audacia en el campo de batalla, gana combates y alimenta su hambre de victorias. “Cada sueño comienza con la fe”, dice su capitán y mejor tenista búlgaro, Grigor Dimitrov, compartiendo su fe con sus compañeros de equipo, confiando en el triunfo y en el futuro común.
Grigor Dimitrov no ha conseguido clasificar a la selección nacional para los cuartos de final en el torneo por equipos de la Copa ATP en Sidney (Australia), pero ha conquistado la victoria más valiosa: cohesionar en un todo único a los representantes de una nación de individualistas como la búlgara. En la primera edición de la competición y con la participación de 24 países, nuestros compatriotas lograron triunfos inesperados y se apoyaban unos a otros como un auténtico equipo. No obstante, al igual que en la vida, hay días buenos y malos: en el momento más decisivo, la suerte le falló al capitán búlgaro impidiéndole triunfar en el single y en el doble. Así, perdiendo por dos a un triunfo frente a Bélgica, los chicos búlgaros han tenido que posponer su sueño de enfrentarse a los ocho equipos mejores del mundo.
“Bulgaria ha sometido a Gran Bretaña en un pasmoso drama tenista”, comentaron los periodistas tras la primera victoria de la selección nacional. En el encuentro decisivo en dobles, el tenista búlgaro de mayor clase fue secundado por Alexándar Lázarov, de 22 años de edad, un joven tímido que salió a la cancha con la idea de “no hacer el ridículo”, y se fue como una estrella naciente. Fue justamente ese tenista más inexperto quien logró el último punto del partido convirtiéndose en el héroe del equipo búlgaro. Lo consiguió frente a un tándem experto del que formaba parte Jamie Murray, ganador de títulos del Gran Slam.
También vivió su momento estelar otro tenista búlgaro: Dimítar Kúzmanov, de 26 años, se alzó con prestigiosas victorias en el single, tras imponerse al veterano belga Steve Darcis (número 38 en el ranking mundial) y al moldavo Alexander Cozbinov. Fue precisamente en el suelo australiano donde el búlgaro logró apuntarse su primer triunfo a nivel ATP y remontar seis puestos para llegar al número 417 en la clasificación de los tenistas. Estoy viviendo mi sueño y sigo confiando y luchando, dijo tras su brillante actuación en el torneo.
El mérito principal por la increíble motivación y afán de los tenistas búlgaros corresponde indudablemente al capitán, Grigor Dimitrov. Antes de salir por vez primera a la cancha, nos reunimos en el vestuario y él nos dijo que tenemos que concentrarnos únicamente en poder dar lo mejor de nosotros mismos en todo momento, cuenta Dimítar Kúzmanov, y agrega que todos los muchachos ponen aún más pasión en su actuación porque juegan por Bulgaria. Además de su entrega total en la cancha, en Sidney los búlgaros disfrutaron del poderoso apoyo de las gradas. La ruidosa peña de un centenar de compatriotas se quedó hasta las tres de la madrugada para jalear al equipo nacional en sus partidos con Moldavia.
Pese a haberse quedado a solo un paso de la oportunidad de clasificarse entre las ocho mejores naciones de tenis del mundo, Bulgaria ha registrado una actuación histórica. Y si, con todo, alguien lanzara críticas contra Grigor Dimitrov, la estrella búlgara del tenis mundial, por su derrota frente a David Goffin en single y en tándem con Alexándar Lazarov en dobles, que se pregunte a sí mismo si nos ocurre con frecuencia a nosotros, los búlgaros, esforzarnos al máximo, entregarnos íntegramente y superar las propias fuerzas en aras de un objetivo común.
Versión en español de Daniela Radíchkova
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