Al principio de la campaña electoral para las próximas elecciones del gobierno local del 27 de octubre, el tema de las actitudes de los ciudadanos búlgaros hacia lo que está sucediendo en Bulgaria en términos públicos y políticos está de nuevo sobre la mesa. Según un estudio realizado por el Instituto de Investigación Social “Ivan Hadzhiyski” y la Agencia Sociológica “Gallup”, los búlgaros son más conservadores. El politólogo Parvan Simeonov explica la reacción conservadora a lo que sucede a nuestro alrededor:

Es como si las sociedades del mundo occidental tuvieran afinidad con la tradición, la nación, la religión, votaran por las personas que hablan de esa manera y, por así decirlo, se ciñen a lo seguro. En “Gallup” hicimos un estudio bastante provocativo que muestra que, en líneas generales, los búlgaros también tienen instintos más conservadores, sin llegar a extremos. Los búlgaros somos una sociedad de sentido común, con los pies firmemente en la tierra. Al mismo tiempo, si se llega a extremos, la sociedad reacciona con cautela y sin exaltación innecesaria, explica Simeonov. Él opina que, aunque se ha creado un estrato político casi profesional y la gente está fuera de él, el debate sobre el choque entre la visión conservadora y liberal del futuro no es superfluo. Esto se debe en gran parte a los cambios que presenciamos en todo el mundo, causados ​​por las ambiciones de política exterior de los principales países como Rusia y China, o por amenazas de posibles ataques terroristas. Esto hace que el mundo sea cada vez más inseguro y obliga a las personas a politizarse, recurriendo a opciones de votación cada vez más exóticas. Lo político vuelve a la política y la división principal en las sociedades ya no es tanto de izquierda y derecha, ya que no son muy diferentes, sino más bien de personas que nos dirán que cambiemos la sociedad para que aumenten los derechos individuales, asegurando los derechos de comunidades diferentes y desfavorecidas, y volviéndose más liberales. En el otro extremo hay personas que dirán que lo importante es la Iglesia, la tradición y la moral.

Por su parte, el sociólogo Andrey Raychev defiende una perspectiva futurista del problema, según dice, mirando a un futuro distante:

La autodeterminación es una enorme libertad de la humanidad y, por primera vez en la historia, no habrá un pasado definido, sino solo un futuro. Esta es una circunstancia monstruosa. Muy pronto nos dividiremos en clases. Algunos vivirán 200 años y serán muy inteligentes con todas las bases de datos, mientras que otros no. (…) Nuestra única oportunidad en este sentido es llegar a un consenso, no describiendo lo que sucederá, sino lo que no sucederá. En su discurso durante un debate sobre el tema en Sofía, Raichev se solidarizó con la opinión de Petar Nikolov, expresada en su libro sobre conservadurismo. Afirma que los conservadores son los que pierden todas sus batallas. Sin embargo, siempre han existido y existirán, como oposición a los cambios.

El antropólogo social Haralan Alexandrov define la identidad como el triunfo de la idea de autodeterminación.

El hombre postmoderno se ve privado de identidades listas, sostenibles y fiables que se le dan al nacer en una clase, grupo, nación o territorio determinados, y tenemos que ejercitarnos cada día. Esto es muy difícil en las condiciones de una globalización feroz y demasiado competitiva de la economía, en la que si no gestionas solo tu identidad, alguien te la pega y es más probable que seas un perdedor que un ganador. Las identidades que esta economía nos atribuye, que nos definen como perdedores, son malas y tenemos que lidiar con ellas de alguna manera. Una de las cosas naturales a las que tendemos las personas en tal situación es ver qué hay a nuestro alrededor y qué hay disponible. Utilizamos lo que la cultura nos ha dado: los bordados y los bailes tradicionales que se daban por sentados y que hoy comienzan a provocarnos rechazo.

Versión en español por Marta Ros
Fotos: Archivo y BGNES