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La audacia de vivir como una persona buena y responsable

Foto: catshomesf

Cuando una persona emana amor y vive en armonía consigo misma, no le basta con colmar de afecto sólo a los humanos, sino también al mundo que la rodea. Para Silvia Stóycheva, voluntaria de la campaña dedicada a salvar animales salvajes, el amor consiste en cuidar a los animales indefensos caídos en las “trampas” de la gran urbe.

Silvia es la típica chica de la ciudad; vivió y creció en medio del bullicio del centro de Sofía. Consiguió cumplir su sueño de prosperar en una profesión relacionada con el mundo de la moda y los medios de comunicación, pese a la gran competencia. Sin embargo, unos años atrás, decidió abandonar “la feria de las vanidades” para abrir su propio bar artístico, donde reúne a amigos y seguidores. Allí, ante una taza de café, intercambian ideas sobre varias iniciativas benéficas. Su filosofía de vida está relacionada con el crecimiento de la personalidad, lo que, en su opinión, no significa envejecer como una persona enferma y aburrida de la vida, sino reorganizar constantemente las prioridades en las que invertir el tiempo y la energía.

Con salvar a un solo animal no basta, quieres ayudar a todos los que se te cruzan en el camino –dice Silvia– . Nuestro deber es amar, dar nuestro amor sin esperar nada a cambio. Para mí, amar es ayudar, dar y ser empáticos. A los animales deberíamos tratarlos como miembros de nuestra sociedad ya que cada animal, incluso los que no son de nuestro agrado, desempeña un papel en este planeta. Son cosas importantes en las que no solemos poner mucha atención. El personal de la clínica veterinaria con la que colaboro forma parte del círculo de mis mejores amigos. Allí es donde veo la cantidad de animales que sufren a causa de la negligencia de los humanos. Muy a menudo destruimos sus hogares a la ligera, condenándolos a muerte, poniéndolos en un impasse. Los pacientes más comunes en la clínica son pequeñas ardillas caídas de la copa de un árbol cortado. La gente no se detiene a pensar en lo peligrosas que pueden ser las barreras de plástico y plexiglás para los animales porque los desorientan. Los habitantes de las grandes ciudades son egoístas; las aves, los murciélagos, los animales como si no existieran en absoluto para ellos. Como resultado de este egoísmo, las aves chocan contra las ventanas espejadas de los edificios altos y mueren.

Pero la mayor amenaza para la vida de los animales en la ciudad, según Silvia, son los automóviles.

Una vez salvé a una paloma atropellada por un coche. Herida y asustada, entró a una tienda cercana. La gente que estaba dentro me ayudó a atraparla y ponerla en una caja de cartón. Luego la llevé a la clínica veterinaria. En otra ocasión salvamos a un murciélago que colgaba de un cable de manera extraña. Resultó que estaba malherido. También trato de ser útil organizando campañas benéficas. He transformado mi bar en un centro de recepción para ayudar a animales abandonados mientras busco nuevos hogares para ellos. Además quiero enseñar a los niños a no ser egoístas, sino a cuidar del mundo que los rodea. Si esta idea se enseña en la escuela, serán más responsables cuando crezcan. Es la forma de darse cuenta de que incluso algo tan simple como no tirar indiscriminadamente nuestros desechos puede salvar especies animales enteras.

Silvia a menudo escucha a la gente decir, a modo de acusación, que es una pérdida de tiempo cuidar de los animales abandonados cuando hay tantos niños y mayores que lo necesitan. A este argumento siempre responde con las palabras del gran escritor, poeta y político galo Alfonso de Lamartine: No se tienen dos corazones, uno para los animales y otro para los humanos. Se tiene un corazón o no se tiene.

Si eres una persona amorosa, amas al mundo entero –razona Silvia− . Es por eso que me uno a muchas campañas benéficas orientadas principalmente a los niños. La última vez fue para recaudar fondos para amueblar hogares para huérfanos. Junto con la fotógrafa Vili Kaymakánova−Nozhárova, organizamos exposiciones y subastas como parte de la campaña Dejar una Huella. Con el dinero colectado a lo largo de los años, compramos una ambulancia pediátrica; en Bulgaria no había una sola ambulancia para el transporte de bebés en una incubadora y niños pequeños. Queríamos ayudar a los servicios especializados en urgencias, caso de tratarse de salvarle la vida a los más pequeños.

Versión en español por Daniela Radíchkova



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