Libertad ilimitada y personas dispuestas a experimentar sin temor a equivocarse. Así es como se pueden explicar en resumen la serenidad y la armonía que se perciben en el huerto compartido en uno de los barrios de la capital búlgara, Sofía. A pesar de ubicarse cerca de una de las vías más transitadas y de limitar con almacenes e instalaciones comerciales, el huerto se ha convertido en un pequeño oasis donde pasar el tiempo y sacudirse la monotonía de la vida cotidiana. Aquí, lejos del ajetreo de la comunicación uno se siente artífice y descubridor de nuevas habilidades y conocimientos. Incluso el nombre en sí, huerto compartido, transforma la noción que la gente tiene de los complejos residenciales de viejos edificios de paneles prefabricados en un lugar de comunicación, ayuda mutua y amistad, que es todo lo que los humanos modernos anhelan.
En las granjas urbanas no hay lucro, el único beneficio es el capital social, que es muy importante en nuestra sociedad moderna –dice Nikola Bonchev, un joven de Sofía a quien corresponde la iniciativa de crear el huerto– . Quizás lo más importante sea que la gente viene aquí para socializarse en un espacio libre, designado a sus necesidades. Cualquier persona es bienvenida; aquí el consumo no es obligatorio, no es necesario gastar dinero en nada, lo único que hay que hacer es venir y participar en lo que hacemos. La horticultura urbana no está orientada a proporcionar alimentos orgánicos, se trata más bien de socializar, porque en la gran ciudad por desgracia estamos privados de la comunicación en su estado puro. Disfruto de cada recién llegado al huerto. Aquí ha quedado muy poca tierra cultivable, pero cuando hay voluntad, se acaba encontrando una parcela. Yo personalmente, decidí crear este huerto compartido porque cuando estudiaba en la Universidad pasé muchas dificultades y penurias. Me gradué en Austria y al regresar a Bulgaria decidí que tenía que buscar un lugar en este país para cultivar alimentos para que mi familia nunca pasara hambre. Una vez aquí, me enteré de que en Bulgaria no había huertos de este tipo.
Me contacté accidentalmente con un amigo que me propuso cultivar el espacio entre los edificios de otro barrio de la capital. Así fue cómo comenzó todo. Acondicioné el terreno con la ayuda de una docena de voluntarios; algunos de ellos siguen en nuestro equipo y somos buenos amigos. Eso fue hace unos 7 u 8 años. En 2015, se nos ofreció la oportunidad de trasladarnos a la parcela donde estamos ahora. Expertos de la Academia de Ciencias de Bulgaria nos hicieron un gran favor al examinar la composición del suelo. Resultó que no estaba contaminado y que es muy apropiado para cultivar alimentos. No pretendemos competir con los agricultores cuya producción se destina a mantener a sus familias. Cultivamos la tierra sólo como un pasatiempo y para recreo.
Según Nikola, en Bulgaria hay una libertad sin límite pero la gente ni siquiera sabe cómo beneficiarse de ella. La idea de Nikola tiene seguidores en Sofía, y a pesar de las dificultades, los huertos de este tipo se van multiplicando. La horticultura urbana crea confianza en la gente de que es la fuerza impulsora que puede organizarse y tomar decisiones importantes. En el huerto creado por Nikola, el número de los hortelanos pronto llegará a medio centenar; todos se han unido guiados por motivos propios.
Para Daniela Yordanova, de 35 años, éste es un buen lugar para aprender y experimentar en el cultivo de plantas. Aquí he aprendido sobre la permacultura y la agricultura biodinámica –explica– . Pronto me iré a vivir a una casa con huerto, y este es un lugar conveniente para ir acumulando experiencia. Además, aquí tenemos una cooperativa de padres y yo me encargo de cocinar para los niños. Uso calabacines, tomates y todo tipo de hortalizas que haya cultivado en el jardín. También traigo a mi hijo; es importante que vea de dónde proviene la comida que consume. Además, la unión con la tierra es muy útil. Es un placer inmenso arrancar y comer lo que uno ha plantado y recolectado.
Versión en español por Daniela Radíchkova
Fotos: Archivo personal
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