Hace cinco años, un tema interesante e inexplorado hasta el momento provocó que Radoslav Gizgingdjiev estudiara materiales etnográficos, muestras de folclore y archivos de canciones folclóricas búlgaras y dos años más tarde escribiera su trabajo de tesis "Los vampiros en la canción folclórica". No mucho después, fueron publicados sus dos libros sobre este tema. "El vampiro: siguiendo los pasos de la Sombra" contiene apuntes documentales y datos interesantes que el autor ha descubierto sobre la vida del más allá y las creencias de los búlgaros.
"Lepir*: Entre la Sombra y la Luz" es una novela en la que Radoslav Gizgingdjiev interpreta ideas de antiguas creencias populares. Él ha estudiado alrededor de 10 canciones, pero enfatiza que una canción tiene muchas variantes, y en diferentes regiones se ha cantando de distintas maneras. No hay una fecha exacta de cuando son las canciones, pero probablemente son antiguas, de antes de la Liberación de la dominación otomana en 1878.
La imagen de los vampiros en las canciones folclóricas es muy diferente de las leyendas y los cuentos de hadas. Los antiguos búlgaros creían que el vampiro era una imagen demoníaca, amenazadora y temible, pero que no tenía dientes de vampiro ni bebía sangre. En la canción popular tenemos una imagen específica, dice Radoslav Gizgingdjiev. La imagen es masculina, es un hombre muerto que ha vuelto para buscar a su amada, y de las canciones queda claro que quita la fuerza vital de la mujer por la que ha regresado, porque no puede ir al más allá sin ella. Lo más interesante es que a la mujer no le importa este contacto. Ella le da de comer y beber. En otras canciones, ella, por su propia voluntad, sale tras la "sombra". Eso es lo que provocó mi investigación, porque detrás de la imagen del vampiro hay algo realmente romántico: cómo el amor debe continuar en el más allá y a toda costa.
El vampiro, según las canciones populares, es un hombre muerto que fue sepultado inapropiadamente; una persona que no vivió según las reglas de la sociedad de entonces; una persona que ha cometido un suicidio o asesinato, o una persona que ha vivido de una manera pecaminosa, infiel, incluso, de otra religión. En sus estudios, Radoslav Gizgingdjiev también menciona una profesión interesante: el vampirero.
Es muy real y ha sido muy popular en las tierras búlgaras. Radoslav explica que pueblos enteros recolectaban dinero, y estamos hablando de sumas muy serias, para pagarle al vampirero para que encuentre al vampiro y lo neutralice con un ícono, con hierbas, pinchazos y descubrir su tumba. Cuando algo andaba mal en la aldea, ya fuera por un granizo, por problemas con el ganado o enfermedades entre la gente, culpaban al vampiro.
¿Qué ritos practicaban los antiguos búlgaros para protegerse de los vampiros?
Hubo muchos. Casi el 80% de los ritos funerarios de hoy son contra los vampiros. Radoslav Gizgingdjiev agrega: "Muchas personas no saben que tenemos muchas canciones de vampiros". Pero yo descubrí un significado más profundo en esta imagen. Las canciones revelan el tema del amor y la muerte. Los búlgaros creían que la muerte era una continuación de la vida, pero una parte del ser humano no quería abandonar a su amada y creó este demonio para que él, como una sombra, pudiera regresar y beberse el poder vital de la mujer. Y entonces ella empezaba a morir y moría. Cuando el amor y la muerte se encuentran, tal vez, llega la eternidad.
*Lepirus, lipir es el nombre popular del vampiro.
Versión en español por Ludmila Sávova
Fotos: Archivo personal
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