El príncipe Borís I Mijaíl es una de las personalidades más importantes del Primer Reino Búlgaro (681–1018). Su nombre está indisolublemente vinculado al destino histórico de la nación y de la Iglesia Ortodoxa búlgaras. Ésta última lo canonizó como santo y venera su memoria el día 2 de mayo. Según el Prof. Pétar Ánguelov de la Facultad de Historia de la Universidad San Clemente de Ojrid de Sofía, “ante Boris había tres alternativas importantes sobre las que decidir: si optar por el paganismo o por el cristianismo, por Constantinopla o por Roma –permaneció en la órbita cultural y religiosa del Bizancio pese a los intentos de Roma por hacerle cambiar de decisión– y, por último, si conservar el oficio divino en lengua griega, oficial en Bulgaria después de que este país se convirtiera al cristianismo, o aceptar a los discípulos de Cirilo y Metodio para que formaran a un clero búlgaro que predicara en un idioma comprensible para la población”. Todas aquellas decisiones adoptadas por el mandatario durante su gobierno, que comprendió el período de 852 a 889, apostaron por un rápido auge político y cultural del Estado búlgaro.
Borís es descendiente de la dinastía Krum y es el hijo del kan búlgaro Presián. Era una personalidad que destacaba notablemente, y no por casualidad se le considera uno de los más grandes gobernantes de la historia nacional. Habiendo intuido la situación histórica, Borís vislumbró la necesidad de adoptar el cristianismo y fue el primero en aceptar el bautismo, tomando el nombre cristiano de Mijaíl (en español, Miguel).
“Esta dura decisión no es el resultado de una mera casualidad –explica el Prof. Ánguelov– . Es que Borís sabía que una gran parte de la población de algunas regiones búlgaras ya había abrazado el cristianismo, especialmente en Macedonia, incorporada a Bulgaria en la primera mitad del siglo IX, cuya conversión ocurrió cuando todavía se encontraba en los límites del Imperio Bizantino. No es casual que Borís sea llamado el nuevo Constantino ya que convirtió Bulgaria a la religión cristiana en 864, así como Constantino el Grande la legalizó en el Imperio Romano en 313. Borís percibía los cambios que se estaban produciendo, también estaba consciente de que al sur Bulgaria tenía por vecino a un poderoso imperio cristiano con el cual podía convivir mejor si adoptaba el cristianismo”.
En el Cuarto Concilio de Constantinopla (869–870), en una sesión extraordinaria celebrada después de la clausura de aquél el 4 de marzo de 870, la cuestión de la Iglesia Búlgara fue resuelta mediante un compromiso: la fundación de un arzobispado búlgaro autónomo. En palabras del Prof. Pétar Ánguelov, la independencia lograda fue el resultado de las habilidades diplomáticas del príncipe Borís, quien se aprovechó de las controversias entre Constantinopla y Roma.
“El mayor mérito de Borís en términos puramente culturales es la consagración y difusión del alfabeto y la escritura eslavos −prosigue el Prof. Ánguelov− . La labor de Cirilo y Metodio está relacionada con la Gran Moravia, ya que los dos hermanos crearon la escritura para los eslavos que la poblaban, y no para los búlgaros, que en aquel entonces eran aún paganos. Si no hubiera sido por Bulgaria que acogió los discípulos de Cirilo y Metodio, expulsados de la Gran Moravia, la creación de la escritura eslava se hubiera quedado en un hecho histórico curioso. La enorme contribución de Borís reside en que recibió en Bulgaria a los discípulos de los dos hermanos eruditos y les dio la oportunidad de crear sus propias escuelas y capacitar a un clero, así como en imponer el búlgaro antiguo como lengua litúrgica oficial. No hay una manera más segura para afianzar al cristianismo que hablar en un idioma comprensible para la gente. Esto es también una contribución beneficiosa para una buena parte del resto del mundo eslavo, ya que la literatura creada durante el Siglo de Oro búlgaro se propagó por otros países cristianos ortodoxos del Este, como Rusia y Serbia”.
Versión en español por Daniela Radíchkova
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