La pianista búlgara Tsarina Marínkova y la violinista ucraniana Anna Antipova se conocieron hace unos años y casi de inmediato empezaron a tocar juntas, primero en reuniones con amigos, luego como un dúo. Se dedican a la actividad concertística de forma relativamente activa. Ambas han recibido una formación musical importante en sus respectivos países, y luego continuaron sus estudios en Holanda. El nombre del dúo está formado por los apellidos de las dos artistas, pero ellas rara vez explican al público la verdadera razón para llamarlo así.
Cuando creamos el dúo, hablamos durante horas sobre cómo la manera en que actuamos en el escenario es única y exclusiva para las dos, y que el próximo concierto será diferente –dice Tsarina– . En aquel momento, leía mucho sobre el budismo, y acababa de toparme con la palabra “antima”, que significa última y definitiva reencarnación. Para nosotras el momento en que estamos en el escenario es “antima”. Un poco más tarde nos dimos cuenta de que Anti (de Antipova) y Ma (de Marínkova) conformaban la misma palabra. Como a alguien podría parecerle un poco pretencioso, por lo general doy la versión corta, la de los nombres. Sin embargo, para nosotras significa mucho más.
Me fui a Holanda a los 18 años. Terminé la carrera en Groninga y obtuve una maestría en Ámsterdam. Me quedé en el país y comencé a desarrollar mi carrera como intérprete. Desde hace un par de años resido en Eslovenia, la patria de mi esposo. Unos años atrás, con un trío actuamos en el Festival de Jazz de Bansko, donde conocí a Anna. Siempre me pasa lo mismo: es en Bulgaria donde conozco a la gente importante para mí. Muy pronto nos hicimos amigas y poco después empezamos a tocar juntas. En aquel entonces ella estaba a punto de graduarse por el Conservatorio de Rótterdam, y anteriormente había obtenido maestría en Kiev. En la actualidad vive en Ámsterdam. Es un hecho que la evolución de un dúo, así como de cualquier tipo de conjunto de cámara, lleva años, pero yo confío que cuando se comparten las mismas ideas, esto se refleja en la música. Desde el principio, me gustó mucho el que a las dos nos cautiva lo inusual. Me complazco en experimentar incluso en la música clásica, donde se considera que las cosas están estrictamente definidas. Mi reubicación complica un poco nuestro trabajo, pero las dos viajamos: yo voy a Holanda y ella viene a Eslovenia.
En febrero, el dúo Antima ha lanzado en Holanda su primer álbum, titulado Reflejos en Do menor. Incluye sonatas para violín y piano de Ludwig van Beethoven y Edvard Grieg, así como Scherzo de una de las sonatas para piano de Johannes Brahms, todas ellas en Do menor.
En seis conciertos, las jóvenes intérpretes han presentado también parte de su nuevo programa integrado, además, de obras búlgaras.
Hemos tocado dos obras emblemáticas de la música búlgara: la Rapsodia Várdar, de Pancho Vladiguerov, y Sevdana, de Gueorgui Zlatev–Cherkin. Ambas fueron muy bien recibidas por el público, que siempre nos aplaudía poniéndose de pie, la gente nos interrogaba sobre los autores, etc. Probablemente haremos un álbum compuesto sólo por semejantes composiciones. Ahora estoy organizando una gira en Bulgaria, y a principios de 2020 tenemos conciertos en Alemania. Esperamos presentar el álbum también en países asiáticos. Mis proyectos en Holanda han aumentado y tengo que viajar mucho. En Eslovenia tenemos un “proyecto familiar” con mi esposo, su hermano y la pareja de éste, que son muy buenos bailarines. Está dedicado a las relaciones de amor entre las personas, pero también al amor a la música y la danza. Estoy trabajando, además, en un álbum en solitario. Con el dúo, estamos planeando un proyecto que es la continuación del primero, pero que “busca” un reflejo en las demás artes como la fotografía, la danza, etc. Me satisface vincularme con proyectos que proporcionan un toque experimental.
Versión en español por Daniela Radíchkova
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