Los logros culturales de la civilización europea irrumpieron con ímpetu en la recién liberada Bulgaria encontrando una cálida acogida en el corazón del pueblo sediento de nuevos conocimientos y experiencias. La cultura urbana se gestó con la apertura de salones musicales y la educación de un gusto refinado. A todo ello está dedicada la exposición, titulada El canto de la madera, montada en el Museo Etnográfico Regional de Plovdiv, en el centro sur del país.
Según los organizadores de la muestra, enmarcada en la capitalidad cultural europea de Plovdiv 2019, la magia de los instrumentos tradicionales búlgaros gaita, gadulka y kaval (una especie de rabel y de flauta pastoril, respectivamente), combinada con la exquisitez de los clásicos, recrea el espíritu de la Bulgaria de la época de la post–Liberación. Hasta finales de enero, el público podrá acercarse a algunas de las piezas más preciadas poseídas por el Museo, y, por medio de éstas, conocerá cómo en un entorno urbano los instrumentos tradicionales búlgaros fueron siendo desplazados por los clásicos que penetraron desde Europa Occidental.
La exposición presenta una gadulka muy interesante, de finales del siglo XIX: está tallada, hecha de sicómoro, y el arco es de morera –dice la Dra. Bilana Popova, del Museo Etnográfico Regional– . Pertenecía a un domador de osos bailadores. Antaño, los domadores de osos bailadores se dedicaban a preservar y difundir la tradición del canto folklórico. Su arte es singular, implica, a la vez, una atracción y un espectáculo, por eso los instrumentos musicales que usaban eran más grandes. Por ejemplo, la gadulka que tocaban era más grande que la convencional, porque los domadores actuaban al aire libre, por esto el instrumento debía poseer un sonido fuerte y claro.
En el Museo, junto a la primera gaita de Gueorgui Chilinguirov, destacado intérprete de canciones de la región de la montaña Ródope, se puede ver el armonio que pertenecía a Nayden Guerov, escritor, lingüista y prócer de la Ilustración nacional, así como otros “forasteros” llegados desde Europa: los instrumentos de cuerda kanun, la cítara, el címbalo y los ya conocidos violines.
Bulgaria aún estaba bajo el dominio otomano cuando, poco a poco, comenzó a formarse una nueva sociedad urbana portadora de otra cultura, que mostraba nuevos gustos musicales –explica la Dra. Bilana Popova– . El país se abrió a Europa; un gran número de comerciantes y artesanos empezó a viajar y de regreso traía instrumentos musicales comprados en los países occidentales. Abrieron puertas las primeras tiendas de música. En cuanto a la música europea, ésta vino a Bulgaria con los inmigrantes y los búlgaros que habían vivido en el extranjero, así como con los misioneros protestantes. Después de la Liberación, al país regresaron músicos de formación profesional. Con ellos llegaron los primeros maestros artesanos de instrumentos musicales clásicos.
Los primeros cantantes y solistas búlgaros, formados en conservatorios de Europa occidental, se convirtieron en artistas solicitados por los más prestigiosos teatros de música del mundo. La exposición presenta, además, a tres grandes instrumentistas búlgaros: Sasha Popov, un violinista virtuoso, director de orquesta y fundador de la Orquesta Sinfónica Real, precursora de la Filarmónica de Sofia; Vasko Abadzhíev, el niño prodigio del violín, proclamado el Paganini del siglo XX, y Neda Ftícheva, una notable violinista de concierto y, luego, profesora en el Liceo de Niñas de Sofía.
En Bulgaria, los conciertos se organizaban no sólo en los salones de música, sino también en los bailes –prosigue la Dra. Bilana Popova– . En estos conciertos tocaban algunos de los invitados, así como orquestas clásicas. Se seguía un programa muy estricto que empezaba con una polonesa, seguida de un vals. El recital lo cerraba la tradicional danza búlgara joró. En aquel entonces, la introducción de los instrumentos clásicos europeos fue un proceso lento, por esto coexistían con los instrumentos tradicionales búlgaros que seguían siendo usados. Hasta había orquestas en las que la gadulka sonaba junto al violín u otros instrumentos parecidos.
La reconstrucción de dos bodas búlgaras: una típica de la región de la montaña Ródope, y otra, urbana, con sus respectivos instrumentos característicos, la gaita kabá y la cítara, muestra el contraste entre las tradiciones búlgaras y la cultura de Europa que fue ganando terreno en Bulgaria.
Versión en español por Daniela Radíchkova
Fotos: ethnograph.info y BTA
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