La Sanidad búlgara se encuentra enferma de gravedad y, además, lo está desde hace mucho. Todo el mundo anda descontento de la Salud pública, los doctores estiman que no reciben recursos financieros suficientes y se van en forma masiva al extranjero, los hospitales declaran que se encuentran insuficientemente financiados, y un 80 % de los pacientes se mantienen descontentos de los servicios médicos y de que, pese a aportar sus cotizaciones sanitarias, deben pagar de sus bolsillos más de la mitad del coste de su tratamiento y medicamentos. Numerosos hospitales han ido acumulando deudas enormes y sus esfuerzos por saldarlas dejan al personal hospitalario sin sueldos, y a los enfermos, sin medicamentos y equipos modernos. En la última decena de años han sido relevados prematuramente la mayoría de los ministros de Sanidad y de los jefes de la Caja Estatal de Seguro Sanitario, única en el país.
Las cosas se volvieron irresistibles cuando se vio que la situación no mejoraba ni siquiera con el aumento de los subsidios a la Caja Sanitaria a casi 2 000 millones de euros y los pagos privados por parte de los pacientes, de idéntica cuantía. Kiril Ananiev, que es el último ministro de Sanidad, se dio cuenta por dónde iban las cosas y ha propuesto dos paquetes de medidas para superar el problema.
El primero contempla suprimir el monopolio de la Caja Estatal de Seguro Sanitario en el mercado de atenciones y servicios sanitarios y admitir a aseguradoras privadas competitivas a este territorio, hasta ahora conservado exclusivamente para el Estado. El segundo paquete contempla implementar una cotización sanitaria obligatoria complementaria a compañías de seguros sanitarios privadas, abonando cada persona la modesta suma mensual de 9 euros, que sin embargo, está siendo rechazada por el 94 % de los búlgaros, puesto que, al superar el coste de las atenciones médicas la suma de 360 euros, los pacientes deben pagar la diferencia de sus bolsillos. A su vez los expertos resaltan que esos 9 euros son una suma tan despreciable que, en la práctica, no generarán provecho alguno para el sistema sanitario nacional.
La reacción de los políticos, los expertos, los galenos y los pacientes ha sido tempestuosa y sumamente contradictoria. Pese a haber tardado esta discusión en los años anteriores, contamos ahora con la oportunidad de discutir juntos los cambios indispensables en el sistema sanitario de manera que éstos redunden en provecho para los pacientes búlgaros. El cambio es perentorio, ha señalado el ministro de Sanidad en una mesa redonda dedicada al porvenir de la Salud pública en Bulgaria.
En Bulgaria, país de 7 millones de habitantes, existen más de 340 hospitales con 52 000 camas, y las deudas de estos centros superan la cuantía de 260 millones de euros. Son centros sanitarios multidisciplinarios, especializados, universitarios, regionales, urbanos, municipales, privados. Se espera que en todos ellos los búlgaros que coticen a la seguridad sanitaria puedan disfrutar de asistencia médica, intervenciones y fármacos sin verse precisados a pagar algo en forma adicional y en efectivo. La práctica, sin embargo, señala otra cosa. Costará mucho encontrar a un paciente que no haya tenido necesidad de pagar por algo durante su hospitalización. No importa si lo haya hecho “debajo de la mesa” o conforme una lista de precios oficial. Se puede decir otro tanto sobre los medicamentos adquiridos en las farmacias con recetas prescritas por los médicos de cabecera de los pacientes. La Caja Estatal de Seguro Sanitario paga una media del 50 % del precio de los fármacos aprobados para reembolso, y son los pacientes quienes pagan por el 50 % restante. Los cálculos ponen de relieve que en el sistema de la Sanidad se gastan, al año, unos 4 000 millones de euros, para una población de 7 millones.
Cabe decir, en última instancia que hay dinero suficiente para la Salud Pública, a pesar de las cotizaciones sanitarias relativamente bajas de la población, del orden de un 8 %. Justo por este motivo se han producido las críticas más violentas por parte de los adversarios de los dos modelos propuestos para reformar la Sanidad. No cesan los reproches a las autoridades de que los problemas no sólo residen en los recursos financieros en los que enfatizan ambos modelos de reformas. Según los impugnadores de los cambios, son mucho más importantes la forma en que se gastan los recursos, la gestión incompetente del sistema de la Salud pública, el hecho de que muchas de las reglas por las que se rige este sistema son desacertadas, obsoletas y no se ajustan a las condiciones y exigencias actuales. En este contexto surge asimismo el problema generado por los 500 000 búlgaros carentes del seguro médico obligatorio a los que, sin embargo, los médicos en los hospitales no les pueden denegar un tratamiento en caso de necesidad.
El nuevo ministro de Sanidad no busca imponer su propia opinión, sino que subraya lo que pretende es un consenso en el seno de la sociedad. No suscribe esta opinión la oposición nacional en la persona del Partido Socialista Búlgaro que se prepara para promover, el próximo lunes, en el Parlamento, una moción de censura al Gobierno por la política de éste en el terreno de la Sanidad, calificada por esta fuerza opositora de genocidio. Es escasa la probabilidad de que prospere esta moción de censura que, sin embargo, hace más nítida la importancia de los problemas en el sistema sanitario nacional que afectan a toda la población del país. Por esto los autores de los proyectos de reformas subrayan que no habrá precipitación hasta que no queden resueltas todas las cuestiones controvertidas, algo a que no se podrá llegar, según la Comisión de Sanidad del Parlamento búlgaro, en lo que queda de año.
Versión en español por Mijail Mijailov
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