El pasado 1 de octubre se inauguraba el nuevo año lectivo académico en los centros de enseñanza superior de Bulgaria. A cincuenta y cinco centros de educación universitaria accedieron 300 000 estudiantes en distintas carreras y especialidades. El número de los estudiantes universitarios de primer año ha sido de 55 000, cifra inferior a los 70 000 solicitados y aprobados para financiación estatal por las autoridades. A simple vista, parecen impresionantes el número de quienes cursan estudios en centros de educación superior y el de éstos para un país como Bulgaria de escasos siete millones de habitantes. Sin embargo, parece que no es precisamente así, ya que Bulgaria no ha alcanzado aún el nivel, considerado normal en Europa, de un 40 % de la población de habitantes con titulación universitaria cuyo porcentaje es, de momento, en Bulgaria, de un 30 %.
Los búlgaros siempre se han desvelado por dar una buena educación a sus hijos. Durante la época del comunismo, cuando en el país existía la dictadura del proletariado y era protagonista el trabajo físico, se decía en una anécdota que uno tenía que estudiar para no trabajar. Al comienzo de la impetuosa y contradictoria transición del comunismo a la democracia aquel chiste quedó modificado por multitud de ejemplos de la realidad efectiva, cuando unos jóvenes agresivos, primitivos, analfabetos y forzudos fueron amasando con cruda fuerza e ilegalmente unas auténticas fortunas que todo el mundo les envidiaba. Aquel contingente criminal pero próspero de hampones dio la prueba contundente de que uno también podría volverse acaudalado sin haber hecho cualquier tipo de estudios. Cierto número de búlgaros jóvenes imitaron su ejemplo optando por el hampa y despreciando todo tipo de educación.
Hoy en día, el cuadro resulta contradictorio. El prestigio que daba el diploma universitario se encuentra hasta cierto punto recuperado gracias también a la política oficial de las autoridades. El Ministerio de Educación elabora cada año un pedido estatal para el número de los nuevos estudiantes admitidos a diferentes carreras en cada centro universitario público. Este pedido, sin embargo, se cumple raras veces por completo porque, o bien, es irreal, o bien, apuesta por carreras universitarias sin prestigio alguno para los búlgaros jóvenes. Los centros de educación superior, por su parte, tienen interés en la matrícula del mayor número posible de estudiantes, ya que los subsidios estatales van de la mano con éstos, o sea, a mayor número de estudiantes, mayor cuantía de los subsidios al respectivo centro docente. Resultan especialmente apreciados en este sentido los 14 mil estudiantes universitarios extranjeros en Bulgaria quienes pagan por su formación en las universidades búlgaras.
La política tendente a provocar un aumento del número de los búlgaros con titulación universitaria está teniendo resultados dispares porque apuesta por la cantidad antes que por la calidad. Se nota frecuentemente cómo la calidad de la formación y las exigencias a los estudiantes van siendo rebajadas con el único fin de no permitir el abandono por parte de estudiantes de escasa motivación para estudiar, al fracasar en los exámenes. Quizás a estas alturas quepa decir que la educación superior búlgara no disfruta de un rating internacional especialmente elevado. La Universidad de Sofía “San Clemente de Ohrid” es la más veterana en este país, y todavía la de mayor prestigio y en ella se han formado más de 300 mil búlgaros en sus 130 años de existencia. Esta universidad, sin embargo, ocupa el puesto 855 en el Ranking de los logros académicos de las universidades, URAP, para el año académico 2017-2018, a pesar de ocupar el primer puesto en este país.
Esta opinión está siendo compartida asimismo por los empleadores. Desde hace bastante tiempo éstos vienen asegurando que la educación universitaria no se ajusta en grado suficiente a la realidad económica y social, que los estudiantes universitarios recién graduados son sólo en papel especialistas de las habilidades y los conocimientos profesionales que necesitan los empresarios y toda la sociedad. No por casualidad, recientemente se tomó la decisión de que empresarios e industriales destacados y consagrados puedan enseñar en los centros universitarios conocimientos y habilidades prácticas del mundo de la ciencia y los negocios. Esto obviamente redundará en provecho para ambas partes y para toda Bulgaria, a la que no le queda otro porvenir que el de un país europeo mediano próspero, desarrollado tecnológicamente y competitivo en los mercados internacionales.
Versión en español por Mijail Mijailov
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