Ser maestro es vocación, consagración, amor hacia los niños. Ser maestro o médico es quizás lo más sagrado en este mundo. Unos cuidan la salud, los otros el espíritu –palabras de Milka Miteva, pedagogo de piano de larga experiencia–. Hace poco alumnos suyos celebraron su 65º cumpleaños con un concierto en la Escuela Nacional de Música “Lubomir Pipkov”. Para todo búlgaro el 24 de Mayo es una fecha especial y para la Sra. Miteva:
Relaciono la fiesta con el agradecimiento a mis profesores, con todos los logros de los pupilos de la escuela y con mis alumnos. Y con otra cosa más –con los ramos de peonías que recibo y que tanto amo–. ¡Con motivo de la fiesta deseo a mis colegas que tengan mucha salud! Y que enseñen todo lo que saben y aman con amor y dedicación, porque los niños no se fían de ojos que mienten–.
En nuestra profesión lo más importante es legar al pequeño ser los conocimientos y habilidades que tienes. Pero además del abecedario, las cifras o las notas hay que incluir también el arte musical. Entonces es cuando las cosas adquieren un sentido mágico. Para que esto suceda y puedas rozar los picos del arte musical tienes que alcanzar la esencia de la idea del compositor y transmitirla al niño. Si es necesario contarle un cuento de hadas o una historia para que pueda adentrarse en el estilo, en el entorno sonoro de la época y del autor. Realmente resulta una gradación entre el alumno y el maestro que normalmente dura toda la vida. Yo hasta hoy en día recuerdo con enorme respeto y amor a mis profesores – la Prof. Panka Pelisek, la Prof. Milena Mollova, el Prof. Mijail Vosnesenski de Moscú. Pienso que Mila Mijailova –profesora mía en la Escuela Nacional de Música– me transmitió este amor hacia la profesión…Desde pequeña quería ser lo que soy. El maestro es quizás la persona que de mucho a un pequeño –amor incondicional y también la oportunidad de realizarse–.
Milka Miteva lleva impartiendo clases cuarenta años. Veinticinco años fue directora de la Escuela Nacional de Música “Lubomir Pipkov”. Ocupó el puesto en un momento difícil. Nuestro país tenía que afrontar una serie de crisis económicas y políticas. El edificio en donde se encontraba la escuela fue devuelta a los anteriores propietarios y la Sra. Miteva tuvo que luchar por conseguir un nuevo techo para los alumnos y los profesores. Posteriormente, le tocó encontrar dinero para ampliar y rehabilitar el lugar que consiguió. Fue construido un albergue para los alumnos y también una sala de conciertos grande. (La última sala de conciertos construida en Sofía en 1937 es la sala “Bulgaria”)
Tuve que desempeñarme también como administradora. Me alegro de que la gente reconozca lo que he dejado en todos estos años. Pero nuevamente quiero subrayar que para mi lo más importante son mis alumnos. Cuando hablo de ellos me preocupo de no olvidar a alguien porque todos ellos llevan esa chispa en sus ojos – agradecimiento, respeto y sobre todo amor–. Esto me da fuerzas de seguir adelante, de descubrir “los pequeños bichitos”, así llamo a los que tiene 5 o 6 años, que recién empiezan a desarrollarse y crecer ante mis ojos.
Este año fue su 14º edición. No ha finalizado todavía, en octubre será el concurso de composición. Lo dedicamos al 110 aniversario del nacimiento del compositor Marin Goleminov –una persona que ocupa un lugar muy importante en mi vida–. Cuando gané el concurso de directora de la escuela, él me dijo: “Recuerda que nadie sacude los álamos, pero sí los arbolitos que dan frutos. Prepárate para momentos muy difíciles”. Y así ocurrió. Con orgullo puedo decir que en los años más duros de la transición en Bulgaria hice lo imposible para que la Escuela Nacional de Música fuera la isla de la esperanza para los músicos jóvenes que adquieren una profesión y también competitividad no sólo en Bulgaria, sino también en Universidades europeas y estadounidenses. Es un logro importante que me hace sentir orgullosa.
Versión en español por Ludmila Sávova
Fotos: Archivo personal
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