En la galería “Debut” de la Escuela Nacional de Bellas Artes “Ilya Petrov” se ha inaugurado la exposición “Ritmo”, dedicada a un brillante artista búlgaro: Edmond Demirdzhian (1951 – 2009). En el título “Ritmo” se refleja otro talento del artista: la música en el campo de los instrumentos de percusión. En la exposición, apoyada por el programa “Europa” del Ayuntamiento de Sofía y la fundación “Vapreki”, se pueden ver también obras desconocidas hasta ahora. Así presenta a Edmond Demirdzhian como hombre y artista, la crítica de arte, María Vasileva:
Edmond creció en el seno de una familia corriente. Su padre era tornero, y su madre costurera. Corriente y a la vez poco corriente, porque eran personas con una actitud muy precisa hacia sus oficios. He escuchado leyendas sobre las habilidades de su madre, así que posiblemente Edmond heredó el talento de sus padres, aunque nadie le instó a que se dedicara a pintar.
Edmond Demirdzhian estudió pintura mural en la Academia Nacional de Arte. Ya desde pequeño mostró talento musical; su primer instrumento de percusión fue una piel de cerdo tensada sobre el bastidor de bordar de su abuela. Al mismo tiempo manifestó interés por el dibujo. Esto es algo que obviamente llevaba dentro y fue desarrollando con los años, dice María Vasileva. Señala que, con el tiempo, el artista pasó por varias etapas. Hay un período marcadamente distinto que despierta gran interés entre los especialistas en arte: se trata de composiciones figurativas, a primera vista realistas, pero en realidad no tanto, ya que son extrañas combinaciones de gente, bicicletas, perchas y abrigos, que en la vida real no podemos ver exactamente así. Y sus personajes están estilizados de una forma especial, en el espíritu de lo grotesco.
En los últimos años redujo al máximo la temática de sus obras. Tenía algunos motivos favoritos, como los rodaballos, sus peces característicos. Y se interesaba también, aunque algo menos, por lo que contaría la pintura y cómo afectaría al espectador a través de la combinación de colores, formas y líneas.
En su visita a Varna en 2008 el artista “comentó” cuatro de sus pinturas tocando la batería. Según María Vasileva, su música tenía un carácter muy pintoresco, y su pintura está llena de ritmo y contraste, igual que la música. Así repartía el artista su vida cotidiana entre sus diversas pasiones:
La música lo era casi todo. Digamos, un 50 % de amor por la música y un 50 % de amor por las artes visuales. También dividía su tiempo en dos. Tocaba la batería y se dedicaba a la música medio día, porque no puedes sólo tocar, primero debes aprender. Era un hombre muy metódico que estudiaba al detalle la historia de la música, y específicamente el desarrollo de la batería. Edmond estaba completamente dedicado al arte, como si nada más le interesara. Para él no había nada como cumpleaños, Año Nuevo… no existían esas excusas. Cada día tocaba música y pintaba, y lo hacía con gran placer.
Edmond Demirdzhian adoraba a los jóvenes artistas y músicos, siempre estaba rodeado de muchos de ellos aquí en Bulgaria. Ha sido una buena idea que la exposición se presente en la Escuela Nacional de Bellas Artes, donde estudió él mismo, prosigue María Vasileva. Y desde el año 2010, cada septiembre se entrega el premio de la fundación “Edmond Demirdzhian” para jóvenes artistas contemporáneos. Así resume la artista la esencia de la obra de Edmond Demirdzhian:
El arte de Edmond está lleno de energía positiva, por eso a la gente le gusta tanto. Sus obras parecen abstractas, pero siempre hay elementos de realidad que ayudan a la gente a sentirse cómoda. Y debido a los brillantes colores y a lo que transmiten, tenía y sigue teniendo muchos admiradores.
Versión en español por Marta Ros
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