Cualquier persona conoce la creencia de que si uno toca a un deshollinador esto le traerá felicidad y buena suerte. De esto está convencido también Bogoslov Stoyanov, de 24 años, de la ciudad nororiental de Razgrad. Viste una camisa negra, va tocado con un gorro del mismo color y lleva, colgándole del hombro, un cepillo de alambre. Al caminar por la calle no deja de acaparar sin cesar la atención de los viandantes. Suman centenares las personas que se detienen y se hacen fotos con él, a guisa de recuerdo, se sienten regocijados al verlo y pretenden tocarlo por tener buena suerte. Se cuenta que el joven es el único deshollinador en la ciudad. Lleva ya cinco años practicando este oficio. La sonrisa no abandona su rostro y va siempre dispuesto a trabar conversación. El joven expresa sentirse satisfecho con su profesión y que no tiene ninguna intención de cambiarla por las de un empleado y funcionario, tan pretendidas por la mayoría de sus coetáneos. Opina tajante que no ha trabajo vergonzoso, siempre y cuando uno lo ejerza con ganas y viendo sentido en su labor.
Este oficio no se aprende, se roba, dice Bogoslov Stoyanov y agrega: Mi tío era deshollinador y me contagié de él. Todo comenzó cuando me desempeñaba en el Ayuntamiento de Razgrad como inspector de protección del orden público, de control, construcciones y transporte. Un día uno de mis colegas me preguntó de si yo podía conseguirle a una persona que le limpiara la chimenea. Fui yo, limpié la chimenea y así comenzó todo, cuenta Bogoslov.
El joven se ha graduado por el liceo profesional de transporte y construcción “Jristo Smirnenski” en Razgrad. Se inició en el duro oficio casi en broma movido, en un principio, por la idea de ganarse algún dinero extra. Posteriormente, empero, se dio cuenta de que aquel trabajo en los techos de las casas ya se le iba transformando en un placer y que era precisamente eso lo que le apetecía hacer. Paulatinamente fueron solicitando sus servicios no sólo personas de la región de Razgrad, sino también de otras, vecinas a ésta. ”
Además de en Razgrad he ido a limpiar chimeneas en otras ciudades como Ruse, Shumen,Targovizste, Popovo y en ellas tengo gran número de clientes. Dice el joven deshollinador. Aclara que en otoño e invierno anda desbordado de pedidos pero no se queja. Señala que la gente, en la mayoría de los casos, se da cuenta de la necesidad de limpiar sus chimeneas apenas cuando surge un problema. Él ha tenido casos en que tenía que encaramarse a los tejados incluso al encontrarse éstos cubiertos de un manto de nieve de 40 centímetros de espesor. En el tiempo que lleva deshollinando chimeneas ha encontrado en ellas un montón de cosas.
He descubierto muchas cosas curiosas al limpiar chimeneas. Tengo una cámara especial que me permite establecer las causas por la obstrucción de la chimenea. He descubierto, en la mayoría de los casos, cucharas, tenedores, escombros, teléfonos, ropa, llaves, monedas, estas últimas muy probablemente soltadas por cornejas, dice el deshollinador.
Conseguir instrumentos para este trabajo es igualmente una tarea ardua pero el joven se las arregla por sí mismo. Tiene cuatro pesas-bolas de metal de diferente tamaño para limpiar. Cuenta además, con cuatro cepillos de alambre, imprescindibles para su equipamiento, también de diferente tamaño. Siempre lleva consigo sogas de largo distinto. Dice que gana buen dinero. Limpiar una chimenea le lleva un tiempo distinto que va de 2 horas a 2 días. Señala categórico que no siente acrofobia, o sea, que no tiene miedo a las alturas.
El que tema al oso no vaya al bosque, dice el deshollinador y agrega que, con todo, en su trabajo también cabe una dosis de suerte.
Bogoslov Stoyanov es un hombre pletórico de energía y ambiciones y no se cansa de buscar formas para hacer gala de sus habilidades y dotes. Le gusta muchísimo cantar, toca la gaita y también el bombo en fiestas pueblerinas, bodas y bautizos.
Como integrante del conjunto folclórico de la casa de cultura de la aldea de Drianovets ha actuado en distintas festividades y concursos. Le duele que la gente joven no esté mostrando interés por aprender oficios de antaño.
Quiero decirles a esos jóvenes que no hay trabajo del que te averguences y que todos sigan dedicándose a oficios artesanales de antaño. Conozco a coetáneos míos que se dedican a la tenería, otros tejen en un telar y no siente verguenza de practicar esos oficios artesanales, dice Bogoslov.
El deshollinador único de la ciudad de Razgrad les desea a los otros seres humanos salud y prosperidad y que practiquen sus profesiones predilectas avanzando, orgullosos, con la cabeza en alto.
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